Una Estrella


     Blanca se internaba cada vez más en el bosque a la vez que se preguntaba qué hacía allí.
Tenía frío, miedo y sentía una gran angustia. Alguien le había dicho que la solución a sus problemas tenía forma de mujer mayor que vivía en el bosque, hacía pócimas y hechizos de amor y veía el futuro.
Realmente debía estar loca además de desesperada para acudir a semejante cita.
Pero ¿hay alguien más desesperado que un corazón solitario? Sí. Un corazón que amó y mucho.
Blanca había vivido una hermosa relación que había dado alegría a su corazón durante mucho tiempo. Sin embargo a veces el destino es cruel y las cosas no salen como uno espera. Se enamoró perdidamente de un hombre misterioso que  le correspondió con la misma intensidad, pero que por una serie de razones no podía compartir su vida con ella.
Jorge, que así se llamaba él, tuvo que marcharse fuera. Era marino y tuvo que partir. Blanca siempre esperaba su regreso a puerto, impaciente, ansiosa. Cuando él llegaba, ella le mostraba su mejor sonrisa, su mejor vestido, su apoyo, compañía, en definitiva, su amor.
Ella no podía acompañarle pues tenía un hijo. El padre de su hijo se marchó hacía tiempo y Blanca vivía sola con Luís, su hijo, desde que éste tenía pocos meses de vida. Ahora Luís ya tenía quince años.
Conforme el tiempo iba pasando la cosa se complicó porque Blanca sabía que Jorge tenía la posibilidad de quedarse en tierra, pero él a la vez tenía sus responsabilidades en alta mar y no se podía quedar.
Comenzó a sentirse frustrada pues sentía un gran amor por él, pero cada vez podía verle menos y cuando él se marchaba, ella quedaba rota.
Sin querer herirlo, comenzó a dar muestras de lo que le ocurría. No era premeditado, simplemente, con él había cosas que no podía disimular.
Jorge la amaba tanto que sacrificó lo que más quería y necesitaba. Ella.
Le dijo que no podría volver más a ese puerto y por tanto ella debía continuar su vida sin él. Él soñaba con que de esta forma, ella comenzase a avanzar, cumpliese sus sueños de salir de aquel puerto, viviese su vida, aunque ello implicase enamorarse de otra persona, cosa que a él le partiría el corazón.
Ella le amó aún más por lo que estaba haciendo. Pero lo que él le había dicho no le bastaba. Ella le necesitaba y con desesperación trazó un plan para intentar llegar hasta él.
Siempre había escuchado hablar de Magda, una señora mayor que vivía internada en el bosque pues no quería que nadie la molestase salvo que realmente la necesitaran.
Magda llevaba años curando una serie de dolencias típicas y propias. Los males del corazón, los males del amor. Era experta en conjuros y hechizos que hacían palpitar corazones al unísono.
Hasta ella habían acudido desde lugares lejanos, siempre buscando lo mismo, el ansiado y deseado amor.
Por ello, cuando Magda recibió la llamada de Blanca, no se sorprendió en absoluto, pues ella ya sabía del dolor del corazón de la joven.
De esta forma, Blanca se veía entrando en el bosque tal y como le había prometido a Magda, de noche y sola.
De pronto en un claro apareció la cabaña. Blanca se sorprendió ya que no había visto luces hasta que prácticamente ya estaba en ella. Seguramente eran los nervios, pensó.
Llegó a la puerta de la cabaña y la golpeó fuertemente con el llamador. En el interior de la misma comenzaron a escucharse ruidos y Blanca se asustó un poco, pero ya no iba a volver atrás. Jorge bien lo merecía.
La puerta se abrió y ella entró algo cohibida y bastante asustada.
-   ¿Piensas quedarte toda la noche en la puerta? – escuchó de repente.
-   Lo siento – contestó sin saber dónde mirar en concreto, pues no veía a nadie.
-   Estoy aquí joven. –
La anciana puso los ojos en blanco, como pensando, otra nerviosa más ¿pará que vendrán si luego me temen tanto? En fin, ésa no era la cuestión.
-   Bien,- dijo la anciana – vayamos al grano, déjame ver tus manos.
Blanca así lo hizo, de inmediato. La anciana las examinó durante un rato y luego la miró directamente a los ojos.
-   Has sufrido en el pasado. Tu presente estaba lleno y de pronto tu futuro ha quedado desvalido.
-   Así es.
-   Encontraste al amor de tu vida, pero se fue, se fue por ti.
-   ¿Por qué no se quedó conmigo en tierra?
-   No podía. Tenía muchas responsabilidades y a la vez miedo de abandonar la vida del mar. Pero sabía que tú estabas sufriendo en la espera y se marchó con el corazón roto.
-   ¿Se puede arreglar?
-   ¿Quieres un hechizo de amor que haga que sienta algo tan fuerte por ti que tenga que regresar?
-   ¡No! ¡El ya me quiere! ¡Mucho!
-   ¿Quieres que te convierta en sirena para que puedas llegar a él?
-   ¿Puede hacer eso?- preguntó Blanca preocupada.
-   Así es.- contestó la anciana.
-   No. Tendría que vivir en el mar. Habría de abandonar a mi hijo y cuando Jorge pudiese regresar, yo ya no podría.
-   ¿Quieres que te hechice para olvidarle?
-   ¡No! ¡No quiero olvidarle!
-   ¿Qué quieres pues?
-   No lo sé. Me gustaría poder partir con él hasta que él pueda regresar a puerto para estar siempre aquí conmigo.
Magda se acercó a un estante y cogió dos frascos con una extraña poción. Las destapó y se las dio a oler a Blanca que puso un gesto extraño.
-   Si bebes ésta, olvidarás tu dolor.- Y le señaló una de color azul. Si por el contrario bebes ésta,- le dijo señalando una de color rojo- te convertirás en estrella y podrás observar a Jorge y a tu hijo cada día desde el firmamento.
-   Pero… ¡no podré abrazarlos! ¡Y ellos no me verán y sus corazones no hallarán consuelo!
-   No será exactamente así. Si te convierto en estrella, podrás pasar el día junto a ellos. Más, por la noche, habrás de pagar el precio subiendo al cielo.
-   ¿Podré pasar el día con ellos? ¿Seguro?
-   Sí. Al ser una estrella, podrás deslizarte con sigilo y rapidez. De esta forma, podrás estar con tu hijo y a la vez podrás ir a ver a Jorge. Pero recuerda que al llegar la noche, tendrás que transformarte y subir o el hechizo se romperá y morirás.
-   ¿Cuándo se romperá el hechizo?
-   Cuando Jorge termine con lo que le ata al mar y regrese. En el momento en el que él regrese, tú serás libre de nuevo. Pero ha de regresar voluntariamente, tú no podrás contarle lo que ocurre o el hechizo se romperá y tú y él no podréis volver a veros.
-   De acuerdo. Lo haré. Me duele tanto el corazón que no puedo soportarlo. Lo haré.
La anciana le colocó la mano sobre el hombro y le dijo con sinceridad.
-   Eres valiente. Espero que todo te salga bien.
-   Sólo una pregunta más. ¿Cómo explicaré que por las noches me ausente siempre?
-   Utiliza tu imaginación.
Blanca partió de aquél lugar con mucha preocupación, pues no sabía si su empresa iba a dar resultados o no. Estaba realmente confundida, ¿cómo iba a salir bien aquello? No lo sabía, pero tenía que intentarlo como fuera.
¡Qué locura! Confiaba en que todo fuese bien, tenía que funcionar. De esta forma, no perdería a su hijo, ni tampoco a su amor y al fin podría encontrar algo de consuelo en su corazón.
Cuando llegó a su casa se tomó la poción, tal y como le había dicho la anciana. Inmediatamente empezó a sentirse algo mareada y empezó a ver cosas raras. Veía a Jorge que se acercaba a ella en el barco, a pesar de que ella estaba en su casa y él en el mar. Empezó a ver a su hijo allí junto a ella, cuando él no estaba en ese momento en la casa, pues había tenido mucho cuidado con ello.
     Todo empezó a girar a su alrededor y de pronto se volvió oscuro. Lentamente, empezó a vislumbrar puntitos de luz a su alrededor y pensó que aquello debía ser el cielo y ella sería ahora estrella, pues era de noche.
Estaba acostumbrándose a la sensación cuando escuchó la voz de su hijo.
-   ¿Mamá? ¿Te pasa algo?
-   No. Estoy bien.
-   ¿Seguro? ¿Qué te ocurre? – escuchó otra voz conocida y familiar, más grave.
-   ¿Jorge?
-   Hola mi vida. Estoy aquí.
-   ¿Estoy en tu barco?
-   Ha debido golpearse la cabeza- le comentó Jorge a Luís preocupado.
-   ¿Golpearme la cabeza? No creo.
Entonces todo viene a su memoria y siente pánico. Si es de noche, ella debía ser estrella y estar en el cielo, pero está ahí con ellos, ¿de noche? ¡Algo ha salido mal! ¡La anciana se enfadará!
-   Querida Blanca – escucha una voz conocida- Estás bien querida. – Era la voz de Magda.
-   No entiendo nada.
-   Dejadnos un momento por favor.
Jorge y Luís salieron al exterior y Magda tomó las frías manos de  Blanca entre las suyas, más tibias y rugosas.
-   Verás querida. Con tu sacrificio has salvado a Jorge de sus responsabilidades. Tenía que comprobar que tu amor era sincero y real. Superaste la prueba. La poción comenzó a surtir efecto, por eso te has sentido tan extraña. Durante un instante has sido estrella. Pero al romperse las ataduras de Jorge, eres libre.
-   ¡¿Qué?!
-   Yo era su responsabilidad. No podía marcharme sin saber que él estaba bien y él no podía regresar a tierra porque en el mar es el único sitio donde podía cuidar de mí. Soy una sirena Blanca. Una sirena que Jorge cuida de día, porque soy su madre. De noche, subo al cielo con el que es mi compañero, el padre de Jorge. Fui hechizada hace muchos años y tú has roto el hechizo con el poder de tu amor por mi hijo. Ya puedo regresar tranquila.
-   ¿A la cabaña?.
-   No. A mi verdadero hogar. He de marcharme niña. Me alegro que todo haya salido bien. Vais a ser muy felices, créeme. Sé de lo que te hablo. Aquí abajo hace mucho calor.
-   ¿Aquí abajo?

Y dicho esto, sin más, comenzó a brillar poco a poco y su cuerpo empezó a convertirse en una especie de estela y a ascender. Y desapareció. ¡Era una estrella! Jorge era hijo de una sirena y una estrella.
Aún hoy en día, muchos años después, Blanca y Jorge contemplan cada noche el cielo mientras le cuentan a Laura, su hija, que sus abuelos están en el cielo. Literalmente.



Violeta

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