Objetivo de la semana 3

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¡¡Por fin llegaron las ansiadas vacaciones!! El problema está en que, con ellas, llegan los días de playa y piscina con los chiringuitos, los helados, las bebidas refrescantes y las ansias por estar todo el día tirado en el sofá con la única preocupación de darle a los distintos botones del mando. 

Por este motivo, tenemos que ser aún más fuertes en nuestro proyecto salud y evitar saltárnoslo. Para que sea más fácil, durante el verano iré metiendo objetivos más simples y pequeños, de forma que consigamos mantener lo que ya hemos conseguido y no lo dejemos en pos de esa tentación tan suculenta que encontramos en la comida y bebida veraniega.

Esta semana los objetivos son:

  1. Comer dos piezas de fruta al día.
  2. Comer verduras en una de las comidas principales.
  3. Comer un dulce al día como máximos (o chuchería o helado o bebida refrescante).
  4. Beber 2 litros de agua al día.
  5. Andar tres cuartos de hora 5 días de la semana.
  6. Realizar otro tipo de deporte 2 días a la semana.
  7. Hacer 3 series de 10 abdominales antes de dormir (o después de realizar el deporte).
  8. Aplicar crema reafirmante después de la ducha (para evitar estrías y descolgamientos).
Los únicos cambios son las 3 series de 10 repeticiones de abdominales por la noche si no se ha hecho deporte ese día o después de hacer deporte y el tiempo de los paseos se ha aumentado a tres cuartos de hora en lugar de media hora. Los dos días de deporte de otro tipo deben ser o los mismos días de andar o uno el mismo día de andar y otro uno de los dos días que no se ande, porque siempre hay que dejar un día de la semana sin hacer deporte para darle tiempo a los músculos de recuperare. 

Son objetivos pequeños y fáciles de conseguir, ya que todo lo demás ya lo hemos conseguido. Así que:

¡¡Ánimo y a por ello!! 

Objetivo de la semana 2

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Bueno, primera semana realizada casi con éxito, sólo ha habido un día que me lo he saltado, pero no volverá a pasar. Para esta semana hay que ir incluyendo más objetivos y cambiando otros, ya que si no se hace muy repetitivo. Así que ahí van, los objetivos de esta semana para lograr el proyecto salud son:

  1. Comer dos piezas de fruta al día.
  2. Comer verduras en una de las comidas principales.
  3. Comer un dulce al día como máximo (también entran chucherías).
  4. Andar media hora 5 días de la semana.
  5. Realizar otro tipo de deporte 2 días de la semana.
  6. Beber 2 litros de agua al día.
  7. Aplicar crema reafirmante después de la ducha (para evitar estrías y descolgamientos).
Aunque parezcan muchos objetivos, los tres primeros ya los llevamos consiguiendo durante una semana y los demás objetivos nuevos no son nada difíciles de cumplir. Puede resultar más difícil el objetivo de andar 5 días de la semana pero es sólo media hora y puede ser antes de comer, ir andando a los sitios en lugar de en coche, dar un paseo a buen ritmo por la noche y cosas así.

¡Mucho ánimo a todos!

Utensilios

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¡¡Llegó la hora de empezar el tutorial de corte y confección!!


Para ello necesitaremos los siguientes utensilios:

  1. Lápiz negro.
  2. Lápiz rojo.
  3. Jaboncillo.
  4. Metro.
  5. Regla larga milimetrada.
  6. Agujas.
  7. Alfileres.

¡Listo!

Horarios

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Todo el mundo sabe como hacer un horario de forma que te de tiempo de hacer todas las cosas que quieras a lo largo de un día, una semana o un mes, sin embargo la mayoría de las veces sólo consiguen hacernos sentir mal por no lograr esos objetivos, y es que lo que todo el mundo desconoce es que los horarios están hechos para no cumplirlos. 

La idea de realizar un horario no es la de programar cada segundo del día e ir haciendo todo paso por paso como si fuera un programa informático, sino ordenar un poco las cosas y establecer prioridades. De esta forma en lugar de no hacer nada o ir dejándolo para otro día (el día que nunca llega), se van consiguiendo las cosas poco a poco, aunque en lugar de tardar un día (como estaba programado) se tarden dos. De esta forma vamos viendo cómo sí somos capaces de cumplir lo programado y nos sentimos mejor. 

Lo que nunca hay que perder de vista es que en todos los días hay que programar un tiempo para el trabajo, otro para espacio personal y otro para espacio social, ya que son los pilares fundamentales que toda mente debe rellenar.

El tiempo es mio

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Llevamos un ritmo de vida tan acelerado que nos perdemos lo más importante de la vida: los pequeños detalles. Ver cómo tu hermano de 8 años se acerca a ti para darte un beso con toda la ilusión del mundo, o cómo te defiende ante cualquier cosa (aunque sea una mala mirada), sentarte a hablar con tu madre o tu padre, salir a la puerta de tu casa con una amiga en plenos exámenes o dar un paseo con tu novio tranquilamente son pequeñas cosas que nunca tenemos tiempo de hacer.

Todo esto pasa factura tarde o temprano, porque siempre vendrán más cosas importantes que hacer y más compromisos imposibles de eludir, consumiendo poco a poco nuestro ánimo. Nos volvemos bordes y apáticos y tendemos a encerrarnos más en nosotros mismos, exigiéndonos más, entrando en un círculo vicioso del que es muy difícil salir.

Por eso, no debemos olvidar que el tiempo es nuestro. Podemos hacer con él lo que queramos. No se va a acabar el mundo porque nos sentemos un rato después de comer a hablar con la familia en lugar de ponernos a estudiar instantáneamente o porque nos sentemos por la noche a ver algo en la tele y nos riamos juntos en lugar de fregar los platos corriendo o doblar la ropa. Porque, como dice mi padre, hay más días que ollas, y nunca sabemos lo que nos puede pasar mañana.

Descansar, tomarnos un tiempo para nosotros mismos, relacionarnos con los nuestros es la mejor recompensa y regalo que podemos conseguir en esta vida y no debemos olvidarlo nunca porque, el tiempo que dejamos escapara no vuelve.

Objetivo de la Semana

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Como esta semana es la primera que voy a comenzar el proyecto salud, no debo proponerme muchas cosas porque no las voy a cumplir. Para lograr alcanzar un objetivo amplio, primero hay que alcanzar objetivos más pequeños, y por eso esta semana los objetivos serán:
  1. Comer verdura, al menos, en una de las comidas del día.
  2. Comer dos piezas de fruta al día.
  3. Comer sólo un dulce al día.
  4. Hacer deporte cuatro días de la semana.
Pero lo más importante es tener cerca (en mi cuarto, para verlo al levantarme y acostarme) un cartel con letras muy grandes donde pone todas las cosas que voy a conseguir al llevar a cabo este objetivo:
  1. Tener mejor figura.
  2. No tener dolor de cuello ni espalda.
  3. Poder subir una escalera sin que el corazón se dispare y sin sentir mareos.
  4. Poder coger peso medio (la bolsa de la compra, un paquete de seis botellas de agua de 2 litros, la mochila con el portátil) y transportarlo sin esfuerzo, sin dolores y sin necesitar ayuda.
  5. Conseguir autoestima y confianza en mí misma.
Lo mejor de todo será ir tachando uno por uno los logros que iré consiguiendo de la lista anterior.

Proyecto salud

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"Hoy es el día. A partir de hoy llevaré una vida más saludable. Haré deporte y cuidaré mi alimentación". ¿Cuántas veces nos hemos dicho lo mismo? Demasiadas. Y todas mentira. El problema no está en que la dieta es demasiado estricta, o que no tenemos tiempo para hacer deporte, sino en que no nos damos cuenta de que es perjudicial para nosotros. Al igual que no estamos todo el día golpeándonos o hiriéndonos por fuera, no deberíamos hacerlo por dentro.

Debido a esto, yo me comprometo a que hoy SÍ es el día. A partir de hoy realizaré una planificación cada semana de los objetivos que voy a cumplir y pondré en mi cuarto un cartel en mayúsculas con todos los beneficios que voy a obtener cuando lo cumpla y todos los males que siento, para ir tachándolos uno a uno conforme vayan dejando de existir.

He lanzado un reto y no soy una nenaza, por lo que esta vez SÍ lo lograré, porque TODO es posible en esta vida con esfuerzo y voluntad y la salud está por encima de todo.

CENICIENTA

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¿Quién no ha oído hablar de la dulce y encantadora Cenicienta?  Sin embargo lo que muy pocos conocen es que la historia que se cuenta por ahí no es del todo cierta. Oh, por supuesto que la gran mayoría estaba basada en la historia real, pero se omitieron algunos detalles y se añadieron otros para que las niñas del mundo pudiesen soñar con su príncipe azul y a la vez, los niños del mundo pudiesen soñar con ser los maravillosos héroes del mundo que han de rescatar a jóvenes bellas, encantadoras y sumisas.

            Niñas y niños del mundo, no quiero estropearos la fiesta ni la ilusión, pero en pos a la verdad, pienso que deberíais conocer toda la historia…

            Cierto es que Cenicienta nació en el seno de una familia feliz. Vivía en un castillo fantástico con sus padres. Un castillo maravilloso con piscina climatizada y elevadores automáticos.

            Eran tiempos felices. El padre de Cenicienta trabajaba en palacio como consejero real y tenía un buen sueldo que les permitía vivir holgadamente.

            Sin embargo, un día la desgracia llegó a sus días. La madre de Cenicienta fue atropellada por una jauría de cerdos salvajes al salir una tarde de su castillo. El porquero declaró a los medios que iba con prisas, necesitaba llegar pronto al “Caldero Mágico” un reconocido ciber café donde a través de cierta página de contactos estaba conociendo al amor de su vida. Una tal Floriana, viuda joven y bella que aún no sabía que era porquero, al parecer ella había entendido algo de “portero” y él no quiso desengañarla.

            Pero en fin, ésta es otra historia. Lo cierto es que tras la muerte de la madre de Cenicienta, la familia quedó rota y la pobre niña estaba triste y abatida. Su padre, si bien era consejero, decidió recibir por una vez los consejos en lugar de darlos, y empezó a pensar en volverse a casar. No es bueno que una hija esté sola sin el cariño de una mujer, las familias monoparentales lo tienen muy complicado. Él pasaba mucho tiempo en palacio junto al rey y Cenicienta estaba sola en aquel inmenso castillo con su doncella, su cocinera, su cuidador de caballos, su ama de llaves, el asistente personal de su padre… en fin. ¡Estaba tremendamente sola! Así que su padre decidió que volverse a casar podía ser una buena idea.

            En estas lides es cuando nuestra encantadora y querida Floriana que alentada por las alas del amor y el deseo hacia su “portero” llega una soleada tarde de verano a nuestra aldea “Villa en ninguna parte”. Ella venía de “Villa en todos lados”. Ciertamente, le gustaba la tranquilidad que se respiraba, si bien no veía muchos salones de belleza por allí, imprescindible para mantener su joven piel bella y tersa.

            Como os iba contando… Floriana embutida en un hermoso vestido veraniego (llevaba sus largas enaguas almidonadas de verano) se sentó en el ciber café dispuesta a dar una sorpresa increíble a su amor. Sorprendida observa por la ventana como una manada maloliente de cerdos atraviesa por las calles del pueblo como si nada. ¡Qué asco! Asombrada y asqueada ve como su amor corre tras los cerdos gritándoles algo. En verdad, los entrenamientos de la Edad Media no tienen nada que ver con los de ahora, en un hermoso campo de césped, pero… ¡Oh, por favor! Con horror Floriana se da cuenta de su enorme error. ¡Porquero! ¡No portero! Y ella que pensaba que el humilde ropaje que llevaba este señor cuando se veían a través de la WebCam era como consecuencia de sus entrenamientos. ¡Debía huir de allí antes de ser vista! Jamás podría ser feliz, ella tan bella y limpia, con alguien tan asquerosamente sucio y maloliente.

            En su atropellada salida tropezó con un caballero. Alto, guapo, fuerte por los músculos que se adivinaban bajo sus ropajes al sujetarla. Ambos se quedaron mirándose embelesados. Ciertamente después de todo iba a ser su día de suerte.

-Oh,- suspiró ella con un movimiento de pestañas que prácticamente deja caer las servilletas de papel del mostrador.- Gracias gentil señor por su ayuda.
-Faltaría más joven señora- Él estaba atribulado con aquella belleza. Qué mujer más encantadora y divina. – Por favor, ¿me haría el honor de tomar algo conmigo?
- No sé si debería… pero bueno, creo que se lo debo después de todo. Aunque… si no le importa, me gustaría dejar este sitio. ¿Hay algún otro lugar en la aldea donde podamos hablar?

            Por desgracia ese  otro lugar terminó siendo el castillo. El padre de Cenicienta llevó a su invitada a probar los pastelitos que hacía su cocinera. Floriana quedó impresionada por el lujo que veía, los sirvientes, la piscina climatizada, el cuidador de los caballos… vamos que decidió “echarle” el guante a este señor que además era bien parecido. Todo un chollo. Sólo tenía un pequeño inconveniente. Tenía una hija. Ella ya tenía dos, y seguramente iban a tener más de un conflicto, pero bueno, de eso se ocuparía más adelante. Ahora lo interesante era cazar a aquel buen hombre que al enterarse de que ella tenía dos hijas lejos de asustarse se animó. El iluso pensaba que las hijas de Floriana iban a hacer compañía a Cenicienta y que todos serían muy felices. (En verdad, a este señor jamás deberían de haberle contado cuentos de hadas).

            Por supuesto la encantadora Cenicienta no mostró su desacuerdo cuando algunos meses después su padre le comentó que iba a contraer nuevas nupcias por el bien de todos. Noticia que a todos alegró excepto a Julián, hijo del cuidador de caballos y amigo de Cenicienta, desconfiado por naturaleza, si bien le había ayudado un poco ver como la futura nueva señora del castillo no paraba de mirarle el culo a su padre. Pero bueno, estas son otras cuestiones de las que hablaremos en otra ocasión.

            La boda tuvo lugar poco tiempo después. Se celebró con gran magnificencia quedando invitadas todas las personas importantes del reino. En esta boda por fin Cenicienta conoció a sus queridas hermanastras, Águeda y Juliana. Hasta ahora no había podido realizarse el feliz encuentro debido a que sus hermanastras habían estado estudiando en un prestigioso internado de otro reino. Y de esta forma y tras este hermoso día, por fin la familia de Cenicienta ya no era monoparental, es más, ¡ya podían solicitar los carnés de familia numerosa! La de descuentos que iban a tener a la hora de tomar carruajes. La felicidad era completa.

            Sin embargo las cosas  tomaron un giro inesperado. Pocos meses después de la boda, el padre de Cenicienta murió de forma trágica. Al parecer sufrió un ataque de corazón de tanto trabajar. (Las malas lenguas cuentan que en verdad sufrió un ataque de corazón, pero no de tanto trabajar, sino porque sorprendió a su bella esposa en actos impúdicos con el cuidador de caballos, algo sobre que le daba lecciones de montar o algo así, pero sin caballos y sin ropa. En fin, las malas lenguas, ya se sabe).

            De nuevo familia monoparental. Cenicienta estaba desolada tras la muerte de su padre. Por si no fuese suficiente, Floriana y sus hijas habían contratado a masajistas, peluqueras, compraban en los centros comerciales más lujosos de palacio… Concluyendo, no les quedaba un euro. Por ello el castillo se aligeró de personal. Es decir, adiós a la servidumbre exceptuando al cuidador de caballos y a su hijo.

            De esta forma fue como Cenicienta que era muy apañada y le gustaba mirar en Internet cosas sobre moda y decoración quedó nombrada por Floriana como nueva costurera, cocinera, lavandera, barrendera, y hasta peluquera tanto de ella como de sus hijas. ¡Todo un honor! ¡Qué feliz estaba Cenicienta de que confiasen en ella con tal gentileza! ¡Que buena era su madrastra!

            Julián, que era un chico muy espabilado con las hormonas revolucionadas tenía sus propios problemas. Era un joven realmente guapo. Gracias a su trabajo estaba fuerte, sus bíceps se marcaban bajo su ropa de trabajo y a menudo observaba no sin cierta preocupación como Floriana había empezado a dejar de fijarse en su padre y se concentraba más en él. Todo ello le provocaba bastante inquietud, ya que él estaba enamorado desde hacía años de la atolondrada Cenicienta. Ahora que ya no era la “niña bien”, sino que la veía limpiando, cubierta de polvo, sudorosa, echa un desastre al fin y al cabo… su amor se veía fortalecido pues veía en ella a una igual, a la par que veía que Cenicienta era realmente hermosa. Además de ser sumamente simpática y trabajadora, tenía una figura envidiable hasta por las princesas del reino que tenían entrenadores personales y tomaban zumo de papaya para adelgazar.

            Todo un dilema se formaba mientras que iba transcurriendo el día a día.

            Pero una maravillosa mañana, ¡todo cambió! Armando, el hijo del rey que llevaba tiempo en las guerras, armando todo el lío posible, regresaba a casa. Tenía fama de ser un hombre de mundo, también tenía fama de que su nombre fue premonitorio, ya que no sólo la armaba en la guerra, también la armaba con las esposas de algunos de sus hombres, la armaba en multitud de tabernas… vamos, que le gustaba armarla.

            Pero lo importante en esta historia, por todos conocida, era que el príncipe Armando estaba soltero. Solterón más bien. Con lo cual el rey decidió festejar el regreso de su maravilloso hijo celebrando una hermosa fiesta en la que todas las jóvenes casaderas debían acudir y de esta forma su palacio se llenaría de niños gritones y caramelos pegados en los hermosos cortinajes. Se perpetuaría la especie y su hijo dejaría de “armarla” por ahí cuando estuviese bien anclado con una buena esposa y al menos diecisiete o dieciocho hijos  legítimos y algún que otro bastardo.

            A todos los reinos llegó la noticia de este gran baile. Por supuesto también al castillo de Cenicienta. Pero claro, cierto es en esta parte del cuento que Cenicienta quería acudir al baile. Sus hermanas ya contaban con hermosos vestidos que ella les había hecho siguiendo los modelos de la revista “Patrón Medieval”. Incluso les había fabricado unos bellos tocados a juego y decorado sus zapatos para que todo fuese perfecto. Evidentemente el día tiene 24 horas y a la querida jovencita no le había quedado tiempo para dar cera al parqué y coser un vestido más. Por ello decidió ponerse un vestido de su madre, un bello vestido rosa que tal vez le podría servir con un buen cinturón y unas sandalias que una de sus hermanastras habían desahuciado. Una hermosa flor en el pelo… un ligero toque de fresa en sus labios (truco conocido por todos en aquella época junto al de pellizcarse la cara tras la aplicación de los polvos de talco para dar blancura a la piel, porque… a ver, las jóvenes de aquella época lo tenían complicado, no había protección solar y las pecas eran la última moda pero había que taparlas para las fiestas con personajes reales. Truquitos de belleza)

            De esta guisa salió del castillo cuando se encontró con Julián que trabajaba afanosamente en las caballerizas. Al verla se quedó pasmado. Estaba bellísima. Por supuesto, sería la sensación de la fiesta. Notó un dolor en el estómago, una sensación extraña. Y es que hay quien piensa que sólo las mujeres tienen derecho a sentir mariposas en el estómago, pero no es así. Y Julián tenía más bien un avispero en el estómago.

-Buenos noches Cenicienta.
- Ah, hola Julián.
- Estás… estás guapísima.
- Gracias.- Un intenso rubor coloreó su rostro, y Julián la vio aún más bella.
- Ceni, por favor, no vallas a ese baile. Tú eres diferente. Te aburrirías mortalmente en ese castillo. Necesitas algo más.
- Voy a divertirme, a bailar, a tomar alguna copita de zumo de papaya, que me han dicho que está delicioso y a la última, y nada más. Además Julián. ¿Qué sabes tú de lo que me conviene?
- Cuando él te vea se fijará en ti. Irá a por ti. Serás su nuevo juguete. Y una vez que te tenga volverá a las andadas. Dejarás de ser una atracción para él. Si te quedas aquí podrás ser tú misma.
- No digas más chorradas. Sólo voy a divertirme. Además, no creas todo lo que cuentan por ahí. Armando es guapísimo y muy valiente. Es todo un príncipe como en las historias que me contaba mi abuela y después mi madre. Me dará estabilidad y no tendré que volver a fregar más suelos. Seré la envidia de todas las mujeres de la comarca y saldré en la revista “Mujeres medievales”. Entiéndelo Julián, la vida no me ha tratado del todo bien y no puedo seguir mucho más con mi madrastra y mis hermanastras. Son crueles e interesadas. Y vivo en la Edad Media. No puedo independizarme. Está mal visto.
- Como quieras. Pero luego no digas que no te lo advertí. Yo tampoco tengo mucho de lo que presumir, pero soy un hombre libre que puede sentarse a ver una puesta de sol. Recuérdalo.
- ¿Es una proposición?
- Podría serlo.
- Hasta luego Julián. Gracias por preocuparte por mí, pero creo que puedo tomar mis propias decisiones.

            Sin embargo nuestra querida Cenicienta se fue nerviosa. Al fin y al cabo no era tonta y había apreciado lo buen chaval que era Julián por no hablar de lo bien… proporcionado que se le veía para el trabajo. Era guapo y simpático. No se metía en líos y a menudo la había ayudado a ella con los suyos. Es más, quizás fuese el único que siguió tratándola igual después de su cambio de situación. Sinceramente, era una suerte tenerlo por allí.

            Y en estas cavilaciones metió la pata donde no debía. Tropezó y se puso echa un asco, al fin y al cabo en aquella época las calles no estaban adoquinadas. En este momento de llanto y desesperación, prácticamente en las puertas del palacio se sintió desfallecer. Una joven señora que venía en su carruaje vio la escena y se apiadó de aquella muchacha. Paró el carruaje y la invitó a subir.
- No puedo señora. Estoy toda manchada de tierra y barro.
- Cenicienta, ¿no me reconoces? Soy Karina. Era amiga de tus padres. Mi marido y tu padre trabajaban juntos en palacio. Sentí mucho todo lo que te había pasado pequeña, pero no he podido visitarte porque mi marido es ahora un hombre muy importante y no puedo abandonar palacio. Tengo escolta permanente.

Cenicienta observó los lacayos que llevaba. Sí. Parecían muy estirados. Recordó a aquella señora. La recordaba riendo con su madre. Ella la llamaba su “hada madrina” porque le traía caramelos y vestidos que dejaban las hijas del rey.

-          Acompáñame pequeña.

Y no lo pensó. La acompañó al interior de palacio en su bello carruaje. Karina le enseñó su colección de vestidos de fiesta. Era una diseñadora famosa aunque trabajaba en el anonimato. En aquella época las mujeres no podían trabajar. Así que utilizaba un seudónimo, se llamaba a si misma Victorio Luquiño. Y comenzó la transformación. En un santiamén Cenicienta era otra. Un hermoso vestido de color azul cielo se adhería a su piel. En el pelo Karina le colocó un hermoso tocado de jazmín y azahar. Su vestido llevaba un fajín con estas hermosas flores. Llevaba el pelo recogido en un moño alto y algunos mechones caían discretamente. Maquillaje de verdad. No fresas en la boca. Y como remate unos hermosos zapatitos de cristal. Eran realmente espectaculares. Y se sintió emocionada cuando Karina le informó que eran especiales. Únicos. Eran su primer diseño de una serie que tenía pensado hacer en multitud de colores.

            Se veía espectacular. Como broche final, Karina la hizo subir de nuevo al carruaje para dar una vuelta y entrar por la entrada principal. Eso si, a las 12 debía salir del baile. No estaba bien que una jovencita estuviese hasta tan tarde por ahí, y alguien le había chivado que a esa hora ya no habría tanta vigilancia en el baile. Vete tú a saber lo que el pervertido de Armando era capaz de hacer. Ni hablar. Así que le contó una trola sobre algo relacionado con que el castillo estaba encantado y a las doce las jóvenes volvían a cobrar su apariencia normal para que el príncipe las viese sin tanto maquillaje ni ropa hermosa, tal como estaban habitualmente, para no llevarse luego sustos, que ya se sabe lo que puede hacer un buen maquillaje. Y la pobre Cenicienta se imaginó a si misma con los pelos mal sujetos, un sucio traje de trabajo y manchas en el delantal delante de todos.  Ni hablar. A las doce estaría en su propio castillo.

***

            Comenzó el baile. Nada más entrar Cenicienta el mundo se detuvo. El príncipe boquiabierto se acercó a ella como poseído por algún tipo de hechizo y no paró de regalarle el oído e intentar meterle mano durante toda la noche. Le habló una y otra vez de la maravillosa vida que podría llevar en palacio. Jamás tendría que volver a trabajar. Cuidarían de ella multitud de sirvientes. No tendría ni que cuidar de sus propios hijos. Estaría cuidada por lo mejores estilistas del reino. Sería la mujer más envidiada por todas. Le prometió la luna.  A cambio sólo tendría que hacer una cosa. Estar bella y mantenerse dentro de palacio para que otros hombres no la vieran. Y claro, sólo saldría con él o con una escolta conveniente.

            En esas guisas estábamos cuando el reloj empezó a marcar las doce. Cenicienta empezó a correr como una posesa perdiendo durante el trayecto uno de sus pequeños zapatitos de cristal. El príncipe al ver que no podía alcanzarla recogió el zapatito. La buscaría donde hiciese falta. Era la más bella. Tenía que ser suya.

            Cenicienta llegó al castillo agotada. El vestido seguía igual. Al parecer el hechizo no la había alcanzado. Ni siquiera había visto a sus hermanastras en el baile, aunque éstas si que se habían fijado bien en ella. La que le esperaba. El baile. Hermoso, divertido, y aquel príncipe le daba la solución a todo. Dejar aquella vida…  recordó a Julián. Su sentido del humor, la mirada de él cuando la había visto esa noche. Sus palabras… Sintió un calorcillo en el estómago que casi la quema. ¿Qué significaba aquello?
***

            Cenicienta recibió una reprimenda tal que estuvo encerrada una semana, y luego pasó otra semana limpiando y recogiendo el estropicio causado durante su encierro. Al finalizar la jornada se sentó para contemplar como se ponía el sol. Hermoso. De pronto, escuchó un carruaje. Venían de palacio. Traian un zapatito de cristal. Habían decidido buscar casa por casa y probar el zapatito. Si se probaba aquel zapato y enseñaba el anterior, se darían cuenta de que era ella. Es más, el príncipe nada más verla la reconocería.  Durante su semana de encierro había mirado en Internet. Había visto fotos de Armando por todas partes acompañado de bellas mujeres con las que no pasaba más que un día o dos. Su fama era conocida. Recordó sus promesas. No le había prometido amor.  De pronto lo vio todo claro.

 Metió los pies en agua caliente hasta que no pudo soportarlo y sus pies se inflamaron. Se inflamaron tanto que ¡no cabían en el zapato! Escondido en su armario, muy bien oculto por un vestido de fiesta y una vieja manta de su madre, se encontraba el otro zapato. El príncipe no la reconoció sin el maquillaje ni la ropa hermosa. Quizás porque sólo había visto de ella su físico y sus ropajes. Ni siquiera reconoció su voz, ¿tal vez no la había escuchado aquella noche? ¿Tal vez solo habló él?...

***

     Meses más tarde Cenicienta y Julián observaban juntos la puesta de sol. Llevaban varios meses saliendo. Estaban enamorados. Cenicienta trabajaba ahora de ayudante de Karina en el castillo. Un día se armó una buena porque descubrieron al príncipe en actitud extraña con un cochero mientras su esposa paseaba por el jardín. Las hermanastras de Cenicienta se habían dado cuenta de que la vida es algo más y no un simple cuento de hadas y se habían puesto a trabajar con Cenicienta. Floriana por su lado terminó dándole una oportunidad al porquero. Al fin y al cabo los tiempos estaban cambiando y el hombre siempre le cayó bien.

      Y en fin… no te creas todo lo que te cuenten, ni cuentes todo lo que te digan, ni digas todo lo que pienses, pero sí piensa y siente. Crea tu propio cuento de hadas, con príncipe, o sin él.   Y colorín colorado…

Violeta.

La Biblioteca de los Muertos

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Una buena novela para los que les gustan las películas americanas. Basada en una misteriosa biblioteca creada por seres (¿divinos?¿ demoníacos?) cuyos libros son censos completos de los nacimientos y muertes de la humanidad. 

Interesante y novedosa, esta novela te mantiene intrigado hasta el final haciendo que la devores sin siquiera darte cuenta.



Preparando utensilios

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Por fin, llegó la hora de comenzar el tutorial de costura. Empezaré explicando los conceptos básicos de medidas y patronaje y después iremos avanzando con los hilos. ¡Ya mismo estaremos creando maravillas!

Rosas Blancas

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Noche del 31 de Octubre

El viento soplaba con fuerza. Sonia notaba como su cuerpo se entumecía por el frío. ¿Dónde estaba? Con angustia intentaba recordar cómo había llegado a aquel agujero.

            3 días antes… (28 octubre)

De nuevo sonaba el teléfono. Aquel maldito aparato tenía que ser obra del demonio porque si no era inexplicable cómo podía ser tan fastidioso. No paraba de sonar una y otra vez. Esta vez no lo cogería. Estaba cansada de aquel acoso. Ya llevaba 27 llamadas ese mismo día. Sus nervios estaban a flor de piel y en la comisaría de policía no le hacían caso porque al fin y al cabo no había sufrido ningún tipo de daño físico.

Se sentía observada. El teléfono sonaba y al otro lado de la línea solo se escuchaba música clásica.
En la puerta de su casa aparecía una rosa blanca desde hacía ya casi un mes.
Cada día una nueva rosa. Cada día una llamada más.

Desesperación.

Su amiga Inés la acompañaba al trabajo que tenía en una escuela local, luego de nuevo a casa. Vivían juntas desde que Javier y Sonia cortaron hacía ya casi tres años.
Se sentía observada. Sentía que cada paso que daba era conocido. Había cambiado de número de teléfono. Ahora estaba planteándose colocar una cámara en la entrada de su casa, oculta entre los alegres geranios de colores. Oculta al mundo y a la vez mostrando al traidor.

Este día era diferente.
Junto a la rosa había una nota. “Sólo quedan tres días para el reencuentro”
¿Reencuentro? ¿Conocía a la persona que le estaba haciendo aquello?

Aquella noche colocaría la cámara. Se levantaría en mitad de la noche si era necesario. Y le cogería…

            29 de octubre…

Aquel día sería diferente. Sonia intuía que todo iba a  mejorar. Seguro que la cámara había grabado algo que podría llevar a la policía. Pensó en desconectar el teléfono pero no quería que el acosador sospechase. Así que tras escuchar la quinta llamada de la mañana se decidió a salir fuera y con cautela coger una de las macetas  de  geranios para quitarle las hojas secas.
Introdujo la maceta en casa y con cuidado extrajo la cámara y temblando empezó a visualizar lo grabado.

¡No podía ser! En la imagen se veía como una rosa blanca se acercaba a la puerta…¿levitando?  No había nadie en aquella grabación.

Noto como empezaba a marearse. Aquello no podía ser real. Tenía que estar perdiendo la consciencia. Los nervios le estaban jugando una mala pasada. Volvería a colocar la cámara de nuevo.
De pronto sonó el timbre. En un puro ataque de pánico se le cayó la cámara al suelo. Aquello tenía que ser una pesadilla. La cámara estaba hecha trizas en el suelo.
Temblando como una hoja se acercó a la puerta y al mirar por la mirilla no vio a nadie. Una especie de sudor frio le cubrió el cuerpo. Prácticamente antes de abrir la puerta intuía que algo no iba bien. Teléfono. Mozart. Ayer fue Vivaldi. Quien sería mañana. ¿Habría un mañana?

Alli estaba. En el suelo sobre la alfombra de nuevo una nota. Al igual que la anterior estaba garabateada. “Sólo quedan dos días para el reencuentro”

A continuación llamó al trabajo. Hoy no podía salir de casa. Se encontraba mal. ¿Ir a la policía? ¿Se reirían de ella? Tenía que intentarlo. Pero no hoy. No tenía fuerzas.
Cerró las ventanas y las puertas con llave. Desconectó el cable del teléfono y a continuación se tomó un Valium. Hoy al menos intentaría dormir.

            30 de octubre…

Tenía que movilizarse. Iría a Jefatura. Llevaría las notas. Compraría una nueva cámara o… ¡mejor! Inés la acompañaría y convencerían a la policía para que les pusiese vigilancia e incluso ¿escolta? La creerían. Hoy la creerían.

Al abrir la puerta… ¡NO HABÍA ROSA! ¡Oh, Señor! ¡NO HABÍA NOTA!
Entró en la casa rápidamente. Corriendo. Nerviosa. Acelerada. Buscando a Inés…
Entró en la cocina… y allí estaban. La Rosa y la nota.
Inés había intentado ocultarlas. Pero no había sido lo suficientemente rápida.

-Déjame ver la nota.
-¿Para qué Sonia? ¿Qué más da?
-Por favor Inés. Quiero ver la nota

Inés obedeció y se la entregó. Ésta era diferente. Como la música de hoy. Hoy era Tchaikovsky. “Sólo queda un día para el reencuentro”.

Ambas amigas pasaron la mañana en Comisaría.
Un admirador secreto. Una broma de algún amigo… No había amenaza. Sólo rosas, música clásica y un “reencuentro”. Parecía una cita de amor. No podían hacer nada. No había pruebas de ningún peligro.
Tal vez su antiguo novio quería volver a verla. A pesar de que Sonia les volvió a explicar que Javier era una persona muy seria y que jamás la asustaría de esa manera, la policía no veía ningún tipo de peligro. Necesitaban hechos.

            Aquella mañana del 31 de octubre…

Sonia no durmió. Se incorporó y se dirigió a la puerta. Hoy había una rosa roja. Corrección. Había una rosa blanca manchada con sangre. Sonrió. Tal vez así la policía la creyera.

Hoy no había sonado el teléfono. Sí había una nota.

“Por fín ha llegado el día. Hoy será el reencuentro. Estoy impaciente”

Llamaría a la policía. No quería pasar ese día en casa. Se iría a casa de sus padres. Hasta ahora no había querido asustarlos, pero tenía miedo. Inés no era suficiente compañía. Necesitaba estar rodeada de gente.

De pronto recordó la nueva cámara que Inés había comprado el día anterior y vuelto a colocar entre los geranios. Se agachó a mirar entre ellos sin molestarse siquiera en disimular. Allí estaba. De nuevo entró en casa y comenzó a pasarla. ¡NO PODÍA SER!

Con gran asombro observó como esta vez una figura se acercaba envuelta en una capa roja a la entrada de su casa. Su rostro cubierto por el gorro de la capa sólo dejaba ver una blanca piel. Una pequeña mano enguantada colocaba un papel y una flor encima. La flor estaba en una bolsa de plástico porque estaba manchada.
Cuando pensaba que no iba a ver la cara del individuo, éste se giró hacia la cámara y muy despacio se bajó la capucha. Sonrió a la cámara y envió un beso. Reconocía aquel rostro a pesar de su palidez y sus marcadas ojeras. Era Marta. Una amiga de Sonia. Una amiga fallecida tres años atrás justo en un día como ése. Notó una opresión en el pecho y de nuevo ese sudor frío justo antes de caer desmayada en el suelo.


-Vamos Sonia, no corras tanto. Hemos bebido mucho y Javier sabrá esperarte.
Sonia reía mientras Marta se aferraba como una frenética al asiento del coche. Aquel deportivo era bestial. Cuántas veces había soñado con hacer que la inquebrantable Marta perdiese el control.  Un nuevo pisotón al acelerador. Una nueva curva. Adrenalina a tope.

-Por favor Sonia. Para el coche. Quiero bajarme. Me estoy mareando.
-¡Venga ya Marta! No seas quejita. ¡Diviértete!

Pero antes de que Marta pudiese replicar nada  en el camino aparecieron las luces de un coche. Sonia gritó e intentó esquivarla. Todo pasó a cámara lenta. Las luces cegadoras. El pánico. La certeza de que iban a chocar. Terror. Los gritos de Marta… y de pronto… nada. Oscuridad.

Sonia quedó gravemente herida. Marta murió en el acto.

Sonia quedó destrozada. Jamás se lo perdonó. Jamás pudo volver a ser la misma. Rompió con Javier. Rompió con todo. Rompió prácticamente con la vida. Sólo le quedaba Inés. Su fiel amiga Inés. “Las tres mosqueteras” las llamaban.


Poco a poco Sonia fue recobrando la consciencia. Se encontraba… en un agujero. No sabía donde. Notaba el frío. ¿Humedad?  Era de noche. Poco a poco fue recordando…

-          Marta…
-          Por fin te despiertas.- Su voz sonaba rara. Pero claro, teniendo en cuenta que llevaba tres años muerta habría que entenderlo.
-          Tú estás muerta.
-          ¿De veras? Sí. Tal vez. Pero tú me mataste ¿recuerdas?
-          Fue un accidente Marta.- ¿De veras estaba ocurriendo aquello? ¿Estaba hablando con una persona muerta?
-          Si, lo fue. ¿Sabes Sonia? Siempre fuiste una persona con suerte. Primero tus notas en el Instituto. Luego en la Universidad.  Tu belleza. Tu inteligencia, y sobre todo, Javier. ¿Sabes que yo adoraba a Javier? Estaba locamente enamorada de él. Le amaba. Pero él solo tenía ojos para ti. Para la dulce Sonia. Para la encantadora Sonia que jamás había roto un plato.
-          Marta, yo te vi morir. Mi vida se acabó por la culpabilidad de tu muerte. No entiendo. ¿Estoy soñando? ¿Dónde estamos? ¿Qué tiene que ver ahora Javier con todo esto?
-          Ya no recuerdas como coqueteabas con él. Tú y tu carita de niña buena. Entrabas en una habitación y el mundo se detenía. Hasta aquella noche en la playa, cuando decidiste dormir en la arena. ¿Crees que no sé lo que hacíais bajo aquella tienda de campaña improvisada? ¡Tan estúpida me crees!
-          ¿En la playa? ¿Por la noche? Un momento. Esto no tiene lógica. Tú estás muerta y… aquella noche… tú no estabas con nosotros. Nos acompañó…¡¿Inés?! ¡INÉS!

Marta empezó a reir a carcajadas. Poco a poco se quitó…¿una peluca? ¿Una máscara? Poco a poco Marta comenzó a transformarse en Inés. Su querida amiga Inés.

-          Siempre lo tuviste todo. Aquella noche no tenía que haber muerto Marta. Me encargué de embestir contra tu lado del coche. Pero tu maldita suerte te acompañó y sólo resultaste herida, aunque inconsciente. Marta no tuvo la misma suerte. Estaba viva y consciente. Me vio. Tuve que terminar con ella. Los golpes en el coche y el alcohol que había ingerido hizo que nadie sospechase de que aquel golpe en la cabeza no era de un árbol. Incluso conseguí que tu historia con Javier se acabase. Pero él sólo pensaba en ti. Sólo hablaba de ti…Mientras tú estés viva, no tendré ninguna oportunidad.
-          ¡Dios mio Inés! ¡Me estás enterrando viva!
-          No Sonia.- No. Te estoy ayudando a morir. Todos pensaran que te has vuelto loca. Que estás neurótica. Que ya no has podido más. Voy a meter en tu cuerpo tal cantidad de pastillas y alcohol que no habrá dudas. Me encargué de dejar otra “cámara” en el salón donde se te oye claramente como veías en la cinta a una amiga muerta años atrás. Incluso he contratado a un joven, para que declare que él te enviaba las rosas y las notas y que era un antiguo amor tuyo. Todos pensarán que has perdido la cabeza y que presa del alcohol y los medicamentos te has internado en el lugar donde ocurrió el accidente de Marta y has caído accidentalmente en este agujero de un viejo pozo. Lo siento Sonia. No es nada personal.

Sonia notó como empezaba a perder el control. Iba a morir en aquel maldito lugar. No tenía fuerzas ni ganas de luchar.

¡Un momento! ¡Ella no había matado a Marta! ¡Ella no la había matado! Había enfermado por la culpabilidad. Recordaba la cara de la familia de Marta en el funeral. Había roto con su propia familia. Había roto con Javier. Y todo porque una loca se empeñaba en… ¿quitarle a su novio? ¿Quitarle SU PROPIA VIDA?

Tenía el cuerpo atrancado en aquel maldito agujero y las piernas entumecidas del frío. Pero tenía que hacer algo. ¡Señor! ¡Qué!

Entonces lo notó. Junto a su cintura había algo que le pinchaba. Algo que se le estaba clavando. No sabía que era pero notaba su filo cortante. Como pudo fue girando un poco el tronco para tocar aquel objeto cortante. Había niebla. Tal vez Inés no se fijara en aquel movimiento casi imperceptible. Había cometido el error de dejarle las manos casi libres para que no sospechasen nada ni detectasen ataduras. La había sujetado con una especie de tela  que había cedido con el forcejeo. Un trozo de madera vieja con tornillos clavados sobresalía por una parte del agujero. Tal vez formaba parte del viejo armazón. Que más daba. Lo agarró como pudo. No tenía demasiada sujeción pero cada vez lo cogía con más fuerza. Mientras Inés se le acercaba para hacerla tragar algo. Tenía que acercarse mucho…  No lo pensó. Cogió la madera como pudo y le dio a Inés golpeándola lo más fuerte posible en un costado. Sorprendida cayó de espaldas.

-¡Sabes que vas a morir!

Sonia vio su final. Se vio morir allí mismo. Pero justo en el último instante vio que algo golpeaba a Inés. La golpeaba fuerte. ¿Qué era? ¿Una rama? ¿Una rama de un árbol? ¿El miedo le estaba causando daños cerebrales?

El cuerpo de Inés cayó inerte al suelo. Tras de ella y al lado del árbol se veía un ramo de rosas blancas. A su lado brillaba algo. De pronto Sonia notó que alguien la liberaba y la sacaba del agujero. Unas manos heladas. Sorprendida observó que aquello que brillaba era una especie de cámara junto a las rosas. Por supuesto había estado grabando la confesión de Inés. Cogió las flores y se abrazó a ellas llorando. No podía dar crédito a lo que veía y escuchaba. A su lado, sonriendo, hermosa y grácil como el viento se encontraba su salvadora. MARTA. De fondo… se escuchaba música. Música clásica.





Escrito por: VIOLETA

Empezando

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En los próximos días comenzaré a crear nuevos tutoriales (estoy esperando a que me traigan parte del material) y a introducir relatos cortos. Ahora estoy esperando que me pasen uno dentro de poco. ¡¡Espero tenerlo para mañana o pasado!!