La Dama de Azul


Cuenta la leyenda que en las noches cálidas de verano de aquel pequeño pueblecito de montaña se la podía ver claramente los días de luna llena.

     Cuenta la leyenda que en los días de luna llena se la veía paseando por el monte, con su larga cabellera suelta y su vestido de color azul. Incluso cuenta la leyenda que por donde ella pasaba una ligera brisa siempre soplaba haciendo que su pelo y su vestido ondulasen al viento.

     Pero quizás debería  contaros  la historia desde el principio…

     Desde que era pequeña Noelia tuvo algunos problemas en el pueblo. La abuela de Noelia, Olga, había sido una mujer bellísima de larga cabellera negra y grandes ojos rasgados de color azulado violeta que había ayudado a muchísima gente del pueblo con su sabiduría popular. Olga había asistido a más de un parto en aquel recóndito pueblecito, más bien aldea entre las montañas que parecía estar separado del resto del mundo.

     Para ello, Olga utilizaba lo que su propia abuela le enseñó en su momento, a utilizar raíces, hierbas, remedios naturales al fin y al cabo que ella misma preparaba en su propia casa. Sus aceite para masajes eran conocidos en toda la comarca y al parecer sus manos eran mágicas en casos de dolor de articulaciones, dislocamiento de huesos, torceduras… incluso al parecer era bastante efectiva en la preparación de ungüentos para quemaduras y potingues para aliviar resfriados, gripes y otras afecciones más graves del aparato respiratorio o digestivo. Se comentaba además que más de un niño de la aldea había nacido gracias a ella, ya que también era experta en brebajes para ayudar a la fertilidad.

     Jamás nadie vio a Olga celebrar un aquelarre, pasear con un gato negro, volar en una escoba… o cualquier otro indicio que pudiese decir que era una bruja. Ciertamente la palabra bruja puede tener muchas connotaciones y no necesariamente el ser una bruja significa que tenga que ser mala persona. Muy al contrario, Olga podría haber pasado perfectamente por una bruja buena, pero la triste realidad era que simplemente utilizaba los conocimientos y técnicas que se habían ido transmitiendo de generación en generación para el cuidado básico de la salud.

     Sin embargo, y a pesar de las habladurías de la gente de la aldea, Olga era admiraba y temida a partes iguales. No podían prescindir de ella, les había salvado la vida más de una vez y el día que salvó la vida del pequeño recién nacido y de la joven madre, esposa del alcalde que a su vez era un personaje realmente ilustre y querido en el pueblo, se decidió por unanimidad “querer” a Olga. Eso sí, con respeto, no fuese a ser que se enfadase por algo y les lanzase una maldición o algo peor.

     Pero la vida es complicada y a la vez lo más sencillo del mundo. Olga era una mujer realmente bella y tarde o temprano habría de suceder que encontrase el amor de su vida. Un joven de la aldea se enamoró de ella locamente y a pesar de la oposición de sus padres decidió casarse con ella, pues su corazón no tenía descanso.

     A partir de su boda, Olga intentó ser una más de la aldea, y cuando quedó embarazada  la gente del pueblo contuvo el aliento hasta que naciera la criatura, pues temían que tuviese más dedos de lo normal, o algún tatuaje maligno o vete tú a saber qué.

     Pero el pequeño de Olga nació sano, fuerte y total y absolutamente normal. Su pelo era rubio como el de su padre aunque sus ojos eran como los de su madre. Olga se volcó de tal manera en su pequeño que prácticamente dejó sus otros menesteres. Quería integrarse lo más posible en el pueblo y que su pequeño fuese aceptado por todos.

     El tiempo fue pasando y a pesar de que Olga quería y deseaba con todas sus fuerzas un nuevo embarazo, no pudo ser.  Eso llevó a la gente del pueblo a pensar que se habían equivocado con ella y que no era más que una sanadora sin más.

     Los años fueron transcurriendo, y con el tiempo, el pequeño Julio se hizo un hombre atractivo que traía de cabeza a más de una joven del pueblo. Finalmente, la elegida fue Laura, una chica rubia de ojos negros, encantadora y hermosa. Casualmente Laura era hija del alcalde al que Olga había salvado la vida hacía años de su primer hijo y de su esposa. Por todo ello, en la familia no hubo reparos de que la pequeña se casase con Julio. Se trataba de una familia humilde y que no buscaba complicaciones, para ellos Olga hubiese sido bruja o no en el pasado o lo fuese en la actualidad, no era más que una mujer a la que le debían mucho.

     Se celebraron los esponsales. Y comenzó un nuevo ciclo de la vida, pero en este caso, Laura no quedaba embarazada. Lo intentaron durante mucho tiempo, Laura ya no era jovencita y cada vez era más complicado. Visitaron médicos en la ciudad para que la ayudasen, pero ninguno le daba una solución. El tiempo pasaba y el matrimonio estaba cada vez más triste y abatido por la necesidad de tener al menos un hijo.

     Mientras tanto, Olga, que había enviudado hacía unos años, se había mudado a una pequeña cabaña en el bosque, entre las montañas. Un lugar hermoso e idílico que había compartido con su esposo y había sido testigo de su amor. A ella le traía bellos recuerdos. Estaba muy cerca de la aldea, a unos diez minutos andando, por tanto no estaba lejos por si necesitaba algo o alguien acudía a ella, aunque ciertamente la gente ya había dejado de acudir a ella.

     Julio, desesperado, había tomado una decisión. Habló con Laura y la convenció para ir a visitar a su madre y que ésta les ayudase para que quedase encinta. Al principio Laura se mostró reticente, temía que realmente Olga fuese una bruja como había escuchado cuando era pequeña en el pueblo, y que ello hiciese que su hijo naciese de mala manera. Pero estaba tan desesperada que al fin y al cabo, no tenía nada que perder con visitarla. Olga siempre había sido muy buena con ella.

     De esta forma, Olga tocó el vientre de su nuera y le dio una serie de indicaciones, diciéndole que tuviese paciencia y que tenía que adoptar una serie de posturas a la hora de dormir y hacer unos ejercicios, ya que tenía su útero volcado hacia atrás, nada más. A su hijo le dio una bebida que al parecer le fortalecería pues estaba hecha a base de raíces beneficiosas para ello. Al cabo de unos meses, cuando ya nadie lo esperaba, Laura quedó embarazada.

     La gente del pueblo bromeaba con la pareja diciéndoles que como ya no eran tan jóvenes iban a tener un chico ya crecido, alto, fuerte, por supuesto rubio como sus dos padres, y con los ojos negros de Laura. Bromeaban con ellos diciéndoles que en lugar de bautizarlo, debían darle directamente la primera comunión para recuperar el tiempo perdido, y cosas así.

     Sin embargo, algunos ancianos del pueblo  rumoreaban a espaldas de la pareja sobre ese niño. Se decía que Olga había retomado “sus poderes” y que ese embarazo era obra de brujería.

     Laura ya no era una jovencita. Tuvo una serie de complicaciones en el embarazo y el parto se adelantó. A los siete meses de embarazo, concretamente el día siete del séptimo mes, nació una bella niña de pelo negro como el carbón y grandes ojos rasgados de color azulado violeta. El chismorreo estaba servido. Aquella niña había nacido del vientre de Laura, pero en realidad era un “engendro” que había creado la magia de Olga.

     Gente supersticiosa que empezó a alejarse de la pareja y sobre todo de la pequeña. La gente de la aldea no confiaba en esa niña. La miraban con miedo, como si en cualquier momento les pudiese lanzar un rayo con aquellos penetrantes ojos azules. Por si todo esto no fuese suficiente, la pequeña adoraba visitar a su abuela. Pasaba horas y horas con ella. Olga ya era mayor, pero parecía que los años no habían pasado por ella desde que la pequeña nació, como si el nacimiento de Noelia, que así se llamaba la pequeña, le hubiese devuelto parte de su juventud.

     Cuando Noelia entró en el colegio, los niños no querían acercarse a ella y la llamaban “la brujita”. Sus padres desesperados decidieron irse de la aldea a otro lugar para que la pequeña pudiese vivir con normalidad. Pero cuando tan sólo llevaban unos meses en ése otro lugar, la pequeña enfermó gravemente y casi se les muere sin saber muy bien la procedencia de la enfermedad. Curiosamente al visitar a la abuela para que les ayudase, la pequeña empezó a mejorar nada más entrar en los límites de la aldea. Para cuando llegaron a la cabaña de Olga, la pequeña estaba sana y lozana y sus padres aterrorizados.

     Olga les ofreció cuidar de Noelia sin que nadie del pueblo supiese que había regresado. Los convenció para que dijesen a todos que estaba cursando sus estudios en un internado lejos de allí, pues era una niña totalmente normal. Mientras, Olga la cuidaría y la alejaría de la maldad de aquellas gentes a las que ella sólo había proporcionado mucho bien.

     Aunque parezca extraño, sus padres aceptaron. Podrían visitarla todos los días, la mantendrían alejados del pueblo, correrían la voz de que Olga ya no podía ayudar a la gente del pueblo pues era muy anciana y estaba desmemoriada y así evitarían visitas inoportunas y su hija crecería a salvo de las habladurías de la gente.

     Y así fue. Noelia creció fuerte y sana. Había heredado de su abuela el interés por la naturaleza y la habilidad para tomar de ella lo que necesitaba. Se había convertido en una joven hermosísima de larga cabellera negra como el carbón. Conocía todas las pócimas, ungüentos y trucos de su abuela. Estaba sobradamente preparada para ayudar a quien quisiese aceptar su ayuda. Tenía las ideas claras y la mente despejada. No tenía miedo de nada ni de nadie. Su abuela le había enseñado también eso.

     Por todo ello, la joven decidió bajar un día al pueblo. Así sin más. La gente de la aldea la observaba alucinados. Su belleza, su porte, su cara… los más jóvenes sólo sentían admiración, en especial los jóvenes. Despertaba envidia en las muchachas. Pero la gente mayor del pueblo… era otra cosa. De momento se corrió la voz de que “la bruja” había vuelto. Hubo incluso quien dijo que era Olga, que con los años había ido rejuveneciendo en lugar de envejecer.

     Noelia no se acobardó. Al contrario, sonreía a todo el mundo como si les conociese de toda la vida e hizo algo totalmente inesperado. Montó una tienda de remedios caseros, velas, colgantes y abalorios.

     Al principio, nadie entraba en la tienda. Poco a poco, la curiosidad que es poderosa, se adueñó de la gente de la aldea. Primero fueron los jóvenes. Querían ver si Noelia vestía de negro y llevaba un extraño sombrero. A la joven le hacía gracia este comportamiento. Además, ella adoraba el color. Cada día vestía de uno diferente, pero su preferido era el azul. Como el nombre de su tienda, “Azul”. Después, los mayores empezaron también a entrar y comprar ungüentos para la artritis, bebidas para el cansancio… No iba demasiada gente, pero al fin y al cabo, iba alguien de vez en cuando y Noelia era paciente a pesar de las advertencias de su abuela.

     Una mañana, al llegar a la tienda, la puerta se había atascado. Noelia intentó tirar de ella pero no tenía suficiente fuerza. Un hombre que pasaba por allí la vio y se acercó a ayudarla. Tendría unos diez años más que Noelia, pero no importó. Nada más verle y sin saber muy bien cómo, Noelia sabía que aquel hombre era a quien esperaba. Y,  evidentemente, debió contagiarle el sentimiento porque él la miró como si la hubiese estado buscando toda su vida.

     Santiago, que así se llamaba nuestro galán, quedó totalmente prendado de Noelia. Venía desde muy lejos. Estaba haciendo un viaje por los pueblos y aldeas de la montaña. Era escritor y quería recaudar datos para una novela. Pero al ver a Noelia, decidió que quizás había encontrado el lugar donde quedarse para siempre.

     Amor a primera vista. Y amor verdadero además. Santiago y Noelia estaban enamorados hasta la médula. Y el amor es contagioso. Curiosamente, el pueblo amaneció una mañana lleno de pétalos de rosa. Otra mañana, amaneció lleno de claveles. Brisas de azahar y jazmín. En la pequeña tienda de Noelia los artículos afrodisíacos y los perfumes y velas se vendían como nunca. El pueblo entero parecía estar enamorado.

     Noelia se quedó embarazada. Y el séptimo mes de embarazo, en el día siete del séptimo mes del año, nació su hija Esmeralda. La gente del pueblo retomó los miedos y las supersticiones dejando a Noelia, a su tienda y sobre todo a su pequeña al margen.

     Por primera vez en su vida Noelia montó en cólera. Se enfadó tanto que se encaró a la gente de la aldea con lágrimas en los ojos. A pesar de estar en el mes de julio, unas nubes cubrieron la aldea y llovió durante días y días sin descanso. La gente estaba asustada. Perderían sus cosechas y además tenían miedo.
     Una mañana de pronto dejó de llover y salió el sol. Pero ya no había rosas, claveles, jazmines por las calles. Ahora hacía un calor insoportable y las hojas de los árboles comenzaron a caer como si ya fuese otoño.

     La gente del pueblo estaba aterrorizada. Tenían miedo de Noelia. Los más ancianos decidieron ir al bosque para comprobar si Olga aún vivía y pedirles consejo contra su propia nieta. Un grupo de personas estaba a punto de salir para el bosque cuando a lo lejos se oyó un fuerte grito desgarrador. Un grupo de pequeños que habían escuchado hablar a sus padres se tomaron la visita al bosque como un juego, “Busquemos a la bruja” y se adelantaron a los mayores. Pero el camino hacía mucho tiempo que no se andaba y el viejo puente de madera que atravesaba el río estaba viejo y carcomido. Con el peso de los niños jugando se había desprendido y siete pequeños colgaban de los travesaños que aún quedaban.

     La gente corrió desesperada, gritos, llanto, confusión. Noelia que daba el pecho a su pequeña escuchó los gritos y presintió el peligro. Santiago la miró durante una fracción de segundo y Noelia y él corrieron despavoridos al exterior con la pequeña en sus brazos. Al llegar al lugar de los hechos, vieron con horror como aquellos niños estaban a punto de caer al vacío y morir. Los más jóvenes intentaban llegar pero sus brazos eran cortos y su peso elevado.

     Como si de una sola mente se tratase, Noelia entregó a su pequeña a uno de los aldeanos que miraban impotentes lo que acontecía y corrió junto a Santiago al lado del puente. Ya había gente que se acercaba con cuerdas y Santiago que era bastante fuerte ató una de ellas al tronco de un gran árbol mientras Noelia se acercaba al primer niño del puente.

-¡Tenéis que hacer una cadena humana! -les gritó Noelia con todas sus fuerzas- ¡Venga tontos estúpidos! ¡La vida de vuestros hijos está en peligro! ¡Unid vuestras manos! Yo bajaré, peso poco y soy ágil. Santiago me sostendrá.

     Una de las madres de los pequeños no lo pensó más y se tumbó en el suelo tirando a otra madre y agarrándola por los pies. Rápidamente todo el mundo se dio cuenta de lo que pretendían hacer. Juntos, unos con otros hicieron la cadena humana más larga posible. Al final de esta cadena, Noelia se estiraba e iba cogiendo a los pequeños que llorosos y asustados iban calmándose con sus dulces palabra e iban ascendiendo por esa cadena hasta llegar arriba.

     Poco a poco los fueron sacando a todos. Sólo quedaba la pequeña Elena. Temblaba tanto y las manos le sudaban hasta tal punto que ya no podía sostenerse y se dejó caer. Un silencio tremendo se hizo en el lugar, hasta los pájaros parecían haberse ido a otro sitio. Noelia no lo pensó.

-¡Suéltame! -Le gritó a quien le sujetaba los pies- ¡Suéltame te he dicho!.

El chico asustado la soltó y Noelia se dejó caer al vacío tras la pequeña. La gente no respiraba. Sin saber muy bien cómo Noelia consiguió atrapar a la niña por la cintura y juntas cayeron al agua. Notó un golpe en una pierna pero siguió sujetando a la pequeña con todas sus fuerzas. Nadó como pudo hasta que llegó a la orilla, justo donde estaba la cabaña de su abuela que las esperaba allí mismo, como si supiese lo que iba a ocurrir.

  Alguna gente de la aldea comenzó a llegar corriendo. Entre ellos Santiago. Habían imaginado que si aún vivían habrían caído por aquel lugar. Al llegar, Noelia sangraba en una pierna y su abuela le lavaba la herida. Aun no había soltado a la pequeña que la miraba embelesada.

-¡Elena, Elena! –gritó su madre llorando y corriendo hacia ella- ¿Estás bien hija mía?
-Claro que sí mami -contestó la pequeña-, me ha salvado mi ángel.

La madre de la pequeña abrazó a Noelia como si en ello le fuese la vida dándole las gracias una y otra vez. Poco a poco, el resto de la aldea fue llegando y acercándose a ella rodeándola y poco a poco todos empezaron a aplaudir.

  Poco más puedo contaros ya. La gente aceptó a Noelia y su familia, no como a una bruja, sino más bien como al ángel que había dicho Elena. Olga pudo por fin antes de morir comprobar que la gente de la aldea las respetaba y contaban con ellas. La naturaleza parecía estar en plena armonía con Noelia. La vida les sonreía y Esmeralda era totalmente aceptada y querida por todos.

  Los años pasaron. Noelia envejeció y murió. Pero al parecer, y según cuenta la leyenda, su espíritu quedó para siempre en el lugar. Adoraba la luna llena y los días en que ella brilla hay quien dice que se la puede ver paseando por el bosque, joven, hermosa, con su larga cabellera negra y su vestido azul ondulantes al viento…

Violeta

1 comentarios:

  1. Leyéndola día a día hace que me sienta feliz, que deje de tener miedo al HOMBRE DEL SACO, me siento con más seguridad en mí mismo, como si fuera UN MAGO DEL TIEMPO. A diferencia de los días en que te sientes mal, cabizbajo, casi, casi como CENICIENTA, cuando me siento así de bien cojo y me voy a la playa. Allí sí que soy feliz, me deslizo en la arena, me tiendo en la arena, disfruto en la arena, mis letras se deslizan en ella y tengo la suerte de encontrar un tesoro, UNA CONCHA EN LA ARENA. Gracias a sus escritos experimento una sensación reconfortante, mi mente vuela y pienso en el POZO DE LOS DESEOS, claro, que para ello antes debía haber conocido EL ARTE DE AMAR aunque, ahora que caigo, gracias a quien eso escribe he tenido la inmensa suerte de conocerlo. Soy afortunado, muy afortunado. Me encantaría, como todo enamorado, mandarle un gran ramo de ROSAS BLANCAS, símbolo de esa pureza que destilan sus escritos, sus sentimientos, su forma de ser, su mirada, usted misma.
    Sólo me queda decirle gracias, gracias por ser UNA DAMA DE AZUL, gracias a usted veo la vida de otra forma.
    Como no podía ser de otra manera, gracias a usted veo la vida color de VIOLETA.

    Aníbal

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