Enrique
intentaba aclarar un poco sus ideas, pero ello no era fácil en absoluto. Todos
estaban desconcertados con lo que acababa de pasar. ¿Cómo era posible que
ninguno se percatase del hecho de que Andrea hubiese cogido las llaves del
coche?
La noche empezó bien. Una noche joven, plagada
de estrellas. Toda ella por delante. Chicos de primer año de Universidad,
dieciocho años de media, que habían decidido hacer una fiesta a lo grande para
celebrar su comienzo de “adultos”. Qué mejor forma que un buen baile y unas
bebidas para entonar el ambiente.
Lo habían
hecho ya muchas veces antes. Este grupo de amigos llevaba haciendo “botellona”
desde los dieciséis. Baile, chistes, risas. Siempre controlaban. La coca cola
ayudaba a que el efecto del alcohol se disipase un poco para volver a casa y
que el resultado fuese más o menos creíble.
Pero en
este primer año de Universidad, los cuatro amigos, Enrique, Andrea, Jeremías y
Laura, habían alquilado un piso para evitar tantos desplazamientos. Estudiantes
de medicina. Una larga carrera por delante, mucho esfuerzo y dedicación que
emplear. Una enorme satisfacción al terminar, una profesión noble y maravillosa
ésa de salvar vidas.
Mientras
que ese momento llega y los innumerables e incontables años de carrera más el
MIR terminaban, los muchachos deciden tomar las cosas con seriedad, pero este
primer fin de semana van a celebrarlo a lo grande. Al fin y al cabo, hay que
marcar un antes y un después.
Mucha
comida de picoteo, la independencia que da saber que pueden celebrar esta
fiesta en el piso que ahora les acoge, se sienten mayores y plenos. Autonomía y
subidón de adrenalina. Patatas fritas, chacina, pizza y mucha, mucha bebida.
Primero cervezas, luego algo más serio. La coca cola se mezcla con ginebra
antes de tomarse sola. Un vaso tras otro, no hay prisa. Hoy es viernes, y
mañana no hay que madrugar ni dar explicaciones a los padres. Ésos tan pesados
que miran a los ojos de sus hijos cuando regresan de fiesta, no vaya a ser que
estén más enrojecidos de lo normal.
Tanto
Enrique como Andrea son algo nuevos en esto. No son bebedores. En particular
ella no ha probado nunca el alcohol. No todos los jóvenes beben, ni mucho
menos. Eso es un tópico que ya es hora de eliminar. Por suerte, hay jóvenes que
saben disfrutar, y mucho, sin necesidad de alcoholizar su sangre.
Ése es el
caso de Andrea. Pero esta noche se han burlado de ella. Hasta la saciedad y ha
terminado probando una cerveza. Asquerosa fue el calificativo que utilizó ante
la risa de todos. Pero estaba acostumbrada a ello y tampoco le importó
demasiado. Si le afectó sin embargo ver a Jeremías, del que estaba secretamente
enamorada desde que casi no levantaba dos palmos del suelo, besarse con Laura
en el escobero.
¡Malditos
sentimientos! ¡Maldito dolor interior! Ahora sí. Necesita tranquilizarse como
sea o llorar ante todos y quedar en ridículo. Busca con la mirada. Enrique no
está cerca. Menos mal, como la vea se la busca. Él bebe muy poco, casi nada.
Siempre con moderación. Conoce muy bien los límites y sus consecuencias. Han
crecido como lo que son, como dos hermanos unidos. Ahora, como buenos gemelos,
se han lanzado a esta aventura común de la medicina.
Pobre
Enrique, él no tenía ganas de estudiar tanto. Le cuesta mucho, pero aún así,
aquí está. Ella, por el contrario es una estudiante de primera y tiene
motivación de sobra. Está angustiada desde pequeña porque su abuelo, su tía y
una amiga, padecieron cáncer. Los dos primeros con resultado mortal, la tercera
por suerte consiguió salvar su vida. Ella va a ser alguien grande y encontrará
la forma de ayudar a las personas que puedan sufrir ésa terrible enfermedad.
Sí, lo tiene decidido. Va a especializarse en oncología.
Enrique ya
lo pensará. Demasiado tiene por delante con haber iniciado esta aventura.
Sin rastro
de su hermano a la vista, la joven no lo duda y le pide a un compañero de clase
que le sirva un cubata. Una mezcla explosiva de poco refresco y mucho ron en
este caso. No sabe bien al principio, pero aletarga y calma.
En la
estancia entra Jeremías y Laura le sigue a corta distancia. El muchacho la mira
y la saluda alegre. Se acerca a ella, con total normalidad, ajeno a los
sentimientos que despierta y al dolor que infringe. Andrea se envalentona. ¿Qué
se habrá creído éste? ¿Qué es una niña aún? ¡Pues se va a enterar!
Qué bien
sienta sentirse fuerte y especial. Qué bien sienta dormir el dolor durante un
rato. El primer cubata se sentía solo, así que lo acompañó con un segundo y
hasta un tercero.
Andrea no
se había sentido mejor en su vida. Quiere bailar, se ve guapa en el espejo del
salón. Sigue sin haber indicios de dónde está Enrique. Mejor. Como vea el pedo
que está cogiendo se la va a ganar. Jeremías la mira. Por fin la ve como lo que
es. Una mujer guapa y adulta. Se acerca a ella y su mundo se ilumina.
-
Andrea, creo que no debes beber más- le dice muy serio.
-
¿Y se puede saberrr por qué noooo?
-
Porque ya no pronuncias bien- le contesta él.
-
¿Y a ti que más te da? Sólo debe imporrrrtarte lo que haga Laaura.
-
¿Laura? ¿Qué tiene que ver ella en todo esto?
-
¡Os he visto! ¡Estabais en el armario! ¡Os besabais!
-
Sí. Así es. ¿Y qué? Laura y yo nos gustamos desde hace mucho. No veo el
problema.
Es entonces cuando Jeremías
cae en la cuenta de la rara actitud de Andrea y se siente desfallecer.
-
Oh, Andrea. Lo siento. Jamás me di cuenta, nunca me mostraste indicio
alguno de que sintieses algo por mí.
-
¿Qué? ¡Tú estás mal chaval! Con todos los tíos que hay aquí, no me voy
a fiiiijar en uno que besaaa a otra.
-
Pues no claro. En fin, por lo pronto, vas a dejar de beber. No te está
sentado bien. Mañana si quieres hablaremos más tranquilos, o pasado mañana,
porque algo me dice que vas a levantarte con resaca. ¿Dónde está Enrique?
-
¿Y yo qué sé? ¡Soy su hermana, no su niñera!
Jeremías está
intranquilo. Hace mucho que no ve a Enrique. Empieza a buscarle con la mirada y
ve a Laura conversando con una joven de clase. Le hace señas para que se
acerque, pero ella sigue hablando sin más y decide acercarse él.
-
Laura, creo que debemos finalizar la fiesta y acostar a Andrea. Se ha
cogido una buena.
-
¿Andrea? ¡Venga ya! ¡Jamás bebe!
-
Pues hoy sí. Nos ha visto antes y parece ser que yo le inspiro algo más
que amistad.
-
Guau. Y no le has aclarado que no ha sido más que un tonteo. Estás muy
bien Jeremías, pero no pienso casarme contigo ni nada parecido.
-
Mañana lo intentaré. Hoy no creo que atienda a razones. La he dejado en
el sofá. Creo que de un momento a otro va a vomitar.
-
¿En el sofá? Pues ahí no está.
Andrea no
está. Nadie la ha visto salir. Tampoco nadie se ha dado cuenta de que faltan
las llaves de la ranchera. Salvo Enrique, que acaba de entrar en el salón.
-
¿Dónde está mi hermana?-
-
Estaba aquí hace un segundo. Ha bebido Enrique. Mucho. ¿Dónde estabas
tú?
-
He tenido que ausentarme un momento. ¿La habéis dejado coger el coche
bebida?
-
No nos hemos dado cuenta de nada.
De forma rápida coge a uno
de los chavales que hay en el salón.
-
¡Tú! ¿Vienes en coche?
-
Sí.
-
Dame las llaves. Mi hermana está bebida y acaba de coger la ranchera.
Ni siquiera tiene carné de conducir.
-
¡Vamos tío!
-
No. Prefiero ir solo. Confía en mí, no le pasará nada a tu coche.
Déjamelo.
-
Toma amigo. Es el Seat rojo que hay en la puerta.
Jeremías y
Laura corren tras su amigo. Los tres se suben al coche y se incorporan a toda
velocidad al tráfico. Sabe con exactitud donde va su hermana. Se dirige al
acantilado de las afueras, al lugar donde mejor se ven las estrellas en toda la
ciudad.
Divisan el
coche de lejos. Va haciendo eses por la carretera. Es una carretera estrecha y
peligrosa. Se va a matar si sigue conduciendo así. Laura tiembla, Jeremías se
siente culpable, Enrique solo piensa como alcanzarla y se le ocurre una idea
descabellada que puede poner en peligro a sus amigos, pero ella es su hermana.
En un impulso
acelera el vehículo para adelantarla, aún a riesgo de que ella misma los empuje
fuera de la vía. Pero es imposible, por lo que decide otra táctica. Con
movimientos certeros y a pesar de los gritos de Laura, va golpeando el coche de
su hermana hasta hacerla salir. La explanada del acantilado está ya ahí y ha de
detenerla. Cómo sea y al precio que sea. Así que choca con ella con suavidad.
Conoce a su hermana. Sus reflejos deben estar reducidos al máximo y no ha dado
tantas clases de conducción como para reaccionar. Así que tal y como él pensaba,
ella detiene su vehículo.
Rápidos, los
amigos se bajan del coche y se acercan a la ranchera. Abren la puerta y sacan a
una llorosa y temblorosa Andrea del vehículo, sana y salva al fin. Nada más
pisar el suelo se derrumba, empieza a temblar y finalmente vomita.
-
Ahh, qué asco tío. ¡Enrique! ¡Trae algo para limpiar a tu hermana!
¿Enrique? ¿Enrique?
-
¿Dónde está Enrique, Jeremías?- pregunta Laura desconcertada.
Ninguno de los
tres amigos puede explicar qué ocurre. Sólo saben algo a ciencia cierta.
Enrique no está con ellos.
Andrea está confusa, pero mucho más despejada. Asustada, incrédula.
¿Dónde está su hermano? En ese momento suena su móvil. Un número desconocido y
muy largo. Andrea contesta con voz aún temblorosa.
-
¿Señorita Rodríguez? ¿Andrea Rodríguez?
-
Sí, soy yo.
-
Le llamamos del Hospital Virgen Macarena, de Sevilla. Me temo que su
hermano ha sufrido un accidente. Tenía su número de móvil como persona de
contacto urgente en la cartera.
-
¿Qué? ¡Pero es imposible! ¡Enrique estaba aquí ahora mismo!
-
Disculpe, pero hablamos de Enrique Rodríguez Pulido, estudiante de
primer año de medicina según nos dijo antes de …
-
¿Antes de qué?
-
Por favor, persónese lo antes posible en este hospital.
Ninguno de los
tres jóvenes entendían qué estaba pasando. Subieron de nuevo a la ranchera.
Esta vez conducía Laura. Con toda la celeridad posible llegaron al hospital. En
él, un doctor recibió a los incrédulos amigos. Al ver el estado en que Andrea
se encontraba, le sirvió un café muy cargado y tras poner cara de rabia,
procedió a explicarles la situación.
-
Señorita Rodríguez. Su hermano ingresó en este hospital a las 22:05
minutos de la noche. Me temo que ha sido víctima de un accidente de tráfico
acontecido a consecuencia de un choque multitudinario de vehículos. La causante
de la colisión ha sido una chica joven, más o menos de su edad, diría yo. La
muchacha iba bebida y embistió a su hermano lateralmente. Me temo que está en
coma.
-
¿Qué? ¡Pero eso es imposible! ¡Él estuvo conmigo mucho después de eso!
¡Vino a ayudarme hace poco más de media hora y ya son las dos de la mañana!
-
Si usted quiere, puede pasar y verle. Así nos cercioramos de que se
trata de la misma persona.
Como algo
totalmente inusual, el doctor dejó pasar a los tres amigos. El estado de la
joven era lamentable y al fin y al cabo, los otros dos amigos habían
certificado el relato de la muchacha. No hizo falta preguntar nada. Cuando
llegaron a la habitación correspondiente, la joven se derrumbó sin más. No
había duda, se trataba de su hermano.
-
Jeremías ¿cómo ha podido estar Enrique aquí en coma y con nosotros en
el coche a la vez? ¿Cómo?
-
No sé Laura. Sólo sé que la unión entre estos dos es mucho mayor de lo
que jamás pensé. Mejor no le contemos esto a nadie, pensarán que hemos perdido
la razón. Él intentando apartar a su hermana borracha de la carretera para que
no se hiriese ni dañase a nadie, y a la vez, él en coma por un accidente donde
la causante era una chavala joven y borracha. ¿No es mucha casualidad?
-
¿Casualidad Jeremías? Es totalmente imposible.
-
No. No lo es- contestó una llorosa Andrea que de pronto mostraba una
tranquilidad y lucidez anormales para la situación.
-
¿No lo es?
-
No. Mi hermano me ha mostrado lo que yo podía haber causado. Jamás
volveré a beber y después conducir. Y él se pondrá bien. Lo siento dentro de
mí- explicó llevándose la mano al pecho.
Tres días
después, Enrique despertó del coma. No recordaba nada de lo ocurrido, y cuando
sus amigos se lo contaron, pensó que querían gastarle una broma pesada. Eso sí,
ahora tenía clara cuál iba a ser su especialidad. Neurocirujano. Por su parte,
Andrea, también había decidido. Quería ayudar a las personas con adicción.
Como ya tantas veces habrás oído. Por tu bien, por el de los demás,
porque tal vez no tengas un gemelo capaz de desdoblar su cuerpo… “Si bebes, no conduzcas”.
Enrique
intentaba aclarar un poco sus ideas, pero ello no era fácil en absoluto. Todos
estaban desconcertados con lo que acababa de pasar. ¿Cómo era posible que
ninguno se percatase del hecho de que Andrea hubiese cogido las llaves del
coche?
La noche empezó bien. Una noche joven, plagada
de estrellas. Toda ella por delante. Chicos de primer año de Universidad,
dieciocho años de media, que habían decidido hacer una fiesta a lo grande para
celebrar su comienzo de “adultos”. Qué mejor forma que un buen baile y unas
bebidas para entonar el ambiente.
Lo habían
hecho ya muchas veces antes. Este grupo de amigos llevaba haciendo “botellona”
desde los dieciséis. Baile, chistes, risas. Siempre controlaban. La coca cola
ayudaba a que el efecto del alcohol se disipase un poco para volver a casa y
que el resultado fuese más o menos creíble.
Pero en
este primer año de Universidad, los cuatro amigos, Enrique, Andrea, Jeremías y
Laura, habían alquilado un piso para evitar tantos desplazamientos. Estudiantes
de medicina. Una larga carrera por delante, mucho esfuerzo y dedicación que
emplear. Una enorme satisfacción al terminar, una profesión noble y maravillosa
ésa de salvar vidas.
Mientras
que ese momento llega y los innumerables e incontables años de carrera más el
MIR terminaban, los muchachos deciden tomar las cosas con seriedad, pero este
primer fin de semana van a celebrarlo a lo grande. Al fin y al cabo, hay que
marcar un antes y un después.
Mucha
comida de picoteo, la independencia que da saber que pueden celebrar esta
fiesta en el piso que ahora les acoge, se sienten mayores y plenos. Autonomía y
subidón de adrenalina. Patatas fritas, chacina, pizza y mucha, mucha bebida.
Primero cervezas, luego algo más serio. La coca cola se mezcla con ginebra
antes de tomarse sola. Un vaso tras otro, no hay prisa. Hoy es viernes, y
mañana no hay que madrugar ni dar explicaciones a los padres. Ésos tan pesados
que miran a los ojos de sus hijos cuando regresan de fiesta, no vaya a ser que
estén más enrojecidos de lo normal.
Tanto
Enrique como Andrea son algo nuevos en esto. No son bebedores. En particular
ella no ha probado nunca el alcohol. No todos los jóvenes beben, ni mucho
menos. Eso es un tópico que ya es hora de eliminar. Por suerte, hay jóvenes que
saben disfrutar, y mucho, sin necesidad de alcoholizar su sangre.
Ése es el
caso de Andrea. Pero esta noche se han burlado de ella. Hasta la saciedad y ha
terminado probando una cerveza. Asquerosa fue el calificativo que utilizó ante
la risa de todos. Pero estaba acostumbrada a ello y tampoco le importó
demasiado. Si le afectó sin embargo ver a Jeremías, del que estaba secretamente
enamorada desde que casi no levantaba dos palmos del suelo, besarse con Laura
en el escobero.
¡Malditos
sentimientos! ¡Maldito dolor interior! Ahora sí. Necesita tranquilizarse como
sea o llorar ante todos y quedar en ridículo. Busca con la mirada. Enrique no
está cerca. Menos mal, como la vea se la busca. Él bebe muy poco, casi nada.
Siempre con moderación. Conoce muy bien los límites y sus consecuencias. Han
crecido como lo que son, como dos hermanos unidos. Ahora, como buenos gemelos,
se han lanzado a esta aventura común de la medicina.
Pobre
Enrique, él no tenía ganas de estudiar tanto. Le cuesta mucho, pero aún así,
aquí está. Ella, por el contrario es una estudiante de primera y tiene
motivación de sobra. Está angustiada desde pequeña porque su abuelo, su tía y
una amiga, padecieron cáncer. Los dos primeros con resultado mortal, la tercera
por suerte consiguió salvar su vida. Ella va a ser alguien grande y encontrará
la forma de ayudar a las personas que puedan sufrir ésa terrible enfermedad.
Sí, lo tiene decidido. Va a especializarse en oncología.
Enrique ya
lo pensará. Demasiado tiene por delante con haber iniciado esta aventura.
Sin rastro
de su hermano a la vista, la joven no lo duda y le pide a un compañero de clase
que le sirva un cubata. Una mezcla explosiva de poco refresco y mucho ron en
este caso. No sabe bien al principio, pero aletarga y calma.
En la
estancia entra Jeremías y Laura le sigue a corta distancia. El muchacho la mira
y la saluda alegre. Se acerca a ella, con total normalidad, ajeno a los
sentimientos que despierta y al dolor que infringe. Andrea se envalentona. ¿Qué
se habrá creído éste? ¿Qué es una niña aún? ¡Pues se va a enterar!
Qué bien
sienta sentirse fuerte y especial. Qué bien sienta dormir el dolor durante un
rato. El primer cubata se sentía solo, así que lo acompañó con un segundo y
hasta un tercero.
Andrea no
se había sentido mejor en su vida. Quiere bailar, se ve guapa en el espejo del
salón. Sigue sin haber indicios de dónde está Enrique. Mejor. Como vea el pedo
que está cogiendo se la va a ganar. Jeremías la mira. Por fin la ve como lo que
es. Una mujer guapa y adulta. Se acerca a ella y su mundo se ilumina.
-
Andrea, creo que no debes beber más- le dice muy serio.
-
¿Y se puede saberrr por qué noooo?
-
Porque ya no pronuncias bien- le contesta él.
-
¿Y a ti que más te da? Sólo debe imporrrrtarte lo que haga Laaura.
-
¿Laura? ¿Qué tiene que ver ella en todo esto?
-
¡Os he visto! ¡Estabais en el armario! ¡Os besabais!
-
Sí. Así es. ¿Y qué? Laura y yo nos gustamos desde hace mucho. No veo el
problema.
Es entonces cuando Jeremías
cae en la cuenta de la rara actitud de Andrea y se siente desfallecer.
-
Oh, Andrea. Lo siento. Jamás me di cuenta, nunca me mostraste indicio
alguno de que sintieses algo por mí.
-
¿Qué? ¡Tú estás mal chaval! Con todos los tíos que hay aquí, no me voy
a fiiiijar en uno que besaaa a otra.
-
Pues no claro. En fin, por lo pronto, vas a dejar de beber. No te está
sentado bien. Mañana si quieres hablaremos más tranquilos, o pasado mañana,
porque algo me dice que vas a levantarte con resaca. ¿Dónde está Enrique?
-
¿Y yo qué sé? ¡Soy su hermana, no su niñera!
Jeremías está
intranquilo. Hace mucho que no ve a Enrique. Empieza a buscarle con la mirada y
ve a Laura conversando con una joven de clase. Le hace señas para que se
acerque, pero ella sigue hablando sin más y decide acercarse él.
-
Laura, creo que debemos finalizar la fiesta y acostar a Andrea. Se ha
cogido una buena.
-
¿Andrea? ¡Venga ya! ¡Jamás bebe!
-
Pues hoy sí. Nos ha visto antes y parece ser que yo le inspiro algo más
que amistad.
-
Guau. Y no le has aclarado que no ha sido más que un tonteo. Estás muy
bien Jeremías, pero no pienso casarme contigo ni nada parecido.
-
Mañana lo intentaré. Hoy no creo que atienda a razones. La he dejado en
el sofá. Creo que de un momento a otro va a vomitar.
-
¿En el sofá? Pues ahí no está.
Andrea no
está. Nadie la ha visto salir. Tampoco nadie se ha dado cuenta de que faltan
las llaves de la ranchera. Salvo Enrique, que acaba de entrar en el salón.
-
¿Dónde está mi hermana?-
-
Estaba aquí hace un segundo. Ha bebido Enrique. Mucho. ¿Dónde estabas
tú?
-
He tenido que ausentarme un momento. ¿La habéis dejado coger el coche
bebida?
-
No nos hemos dado cuenta de nada.
De forma rápida coge a uno
de los chavales que hay en el salón.
-
¡Tú! ¿Vienes en coche?
-
Sí.
-
Dame las llaves. Mi hermana está bebida y acaba de coger la ranchera.
Ni siquiera tiene carné de conducir.
-
¡Vamos tío!
-
No. Prefiero ir solo. Confía en mí, no le pasará nada a tu coche.
Déjamelo.
-
Toma amigo. Es el Seat rojo que hay en la puerta.
Jeremías y
Laura corren tras su amigo. Los tres se suben al coche y se incorporan a toda
velocidad al tráfico. Sabe con exactitud donde va su hermana. Se dirige al
acantilado de las afueras, al lugar donde mejor se ven las estrellas en toda la
ciudad.
Divisan el
coche de lejos. Va haciendo eses por la carretera. Es una carretera estrecha y
peligrosa. Se va a matar si sigue conduciendo así. Laura tiembla, Jeremías se
siente culpable, Enrique solo piensa como alcanzarla y se le ocurre una idea
descabellada que puede poner en peligro a sus amigos, pero ella es su hermana.
En un impulso
acelera el vehículo para adelantarla, aún a riesgo de que ella misma los empuje
fuera de la vía. Pero es imposible, por lo que decide otra táctica. Con
movimientos certeros y a pesar de los gritos de Laura, va golpeando el coche de
su hermana hasta hacerla salir. La explanada del acantilado está ya ahí y ha de
detenerla. Cómo sea y al precio que sea. Así que choca con ella con suavidad.
Conoce a su hermana. Sus reflejos deben estar reducidos al máximo y no ha dado
tantas clases de conducción como para reaccionar. Así que tal y como él pensaba,
ella detiene su vehículo.
Rápidos, los
amigos se bajan del coche y se acercan a la ranchera. Abren la puerta y sacan a
una llorosa y temblorosa Andrea del vehículo, sana y salva al fin. Nada más
pisar el suelo se derrumba, empieza a temblar y finalmente vomita.
-
Ahh, qué asco tío. ¡Enrique! ¡Trae algo para limpiar a tu hermana!
¿Enrique? ¿Enrique?
-
¿Dónde está Enrique, Jeremías?- pregunta Laura desconcertada.
Ninguno de los
tres amigos puede explicar qué ocurre. Sólo saben algo a ciencia cierta.
Enrique no está con ellos.
Andrea está confusa, pero mucho más despejada. Asustada, incrédula.
¿Dónde está su hermano? En ese momento suena su móvil. Un número desconocido y
muy largo. Andrea contesta con voz aún temblorosa.
-
¿Señorita Rodríguez? ¿Andrea Rodríguez?
-
Sí, soy yo.
-
Le llamamos del Hospital Virgen Macarena, de Sevilla. Me temo que su
hermano ha sufrido un accidente. Tenía su número de móvil como persona de
contacto urgente en la cartera.
-
¿Qué? ¡Pero es imposible! ¡Enrique estaba aquí ahora mismo!
-
Disculpe, pero hablamos de Enrique Rodríguez Pulido, estudiante de
primer año de medicina según nos dijo antes de …
-
¿Antes de qué?
-
Por favor, persónese lo antes posible en este hospital.
Ninguno de los
tres jóvenes entendían qué estaba pasando. Subieron de nuevo a la ranchera.
Esta vez conducía Laura. Con toda la celeridad posible llegaron al hospital. En
él, un doctor recibió a los incrédulos amigos. Al ver el estado en que Andrea
se encontraba, le sirvió un café muy cargado y tras poner cara de rabia,
procedió a explicarles la situación.
-
Señorita Rodríguez. Su hermano ingresó en este hospital a las 22:05
minutos de la noche. Me temo que ha sido víctima de un accidente de tráfico
acontecido a consecuencia de un choque multitudinario de vehículos. La causante
de la colisión ha sido una chica joven, más o menos de su edad, diría yo. La
muchacha iba bebida y embistió a su hermano lateralmente. Me temo que está en
coma.
-
¿Qué? ¡Pero eso es imposible! ¡Él estuvo conmigo mucho después de eso!
¡Vino a ayudarme hace poco más de media hora y ya son las dos de la mañana!
-
Si usted quiere, puede pasar y verle. Así nos cercioramos de que se
trata de la misma persona.
Como algo
totalmente inusual, el doctor dejó pasar a los tres amigos. El estado de la
joven era lamentable y al fin y al cabo, los otros dos amigos habían
certificado el relato de la muchacha. No hizo falta preguntar nada. Cuando
llegaron a la habitación correspondiente, la joven se derrumbó sin más. No
había duda, se trataba de su hermano.
-
Jeremías ¿cómo ha podido estar Enrique aquí en coma y con nosotros en
el coche a la vez? ¿Cómo?
-
No sé Laura. Sólo sé que la unión entre estos dos es mucho mayor de lo
que jamás pensé. Mejor no le contemos esto a nadie, pensarán que hemos perdido
la razón. Él intentando apartar a su hermana borracha de la carretera para que
no se hiriese ni dañase a nadie, y a la vez, él en coma por un accidente donde
la causante era una chavala joven y borracha. ¿No es mucha casualidad?
-
¿Casualidad Jeremías? Es totalmente imposible.
-
No. No lo es- contestó una llorosa Andrea que de pronto mostraba una
tranquilidad y lucidez anormales para la situación.
-
¿No lo es?
-
No. Mi hermano me ha mostrado lo que yo podía haber causado. Jamás
volveré a beber y después conducir. Y él se pondrá bien. Lo siento dentro de
mí- explicó llevándose la mano al pecho.
Tres días
después, Enrique despertó del coma. No recordaba nada de lo ocurrido, y cuando
sus amigos se lo contaron, pensó que querían gastarle una broma pesada. Eso sí,
ahora tenía clara cuál iba a ser su especialidad. Neurocirujano. Por su parte,
Andrea, también había decidido. Quería ayudar a las personas con adicción.
Como ya tantas veces habrás oído. Por tu bien, por el de los demás,
porque tal vez no tengas un gemelo capaz de desdoblar su cuerpo… “Si bebes, no conduzcas”.
Violeta
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