El Campamento Mago de Oz

     Oz es un mundo extraordinario y divertido, lleno de aventuras y experiencias increíbles. Pero lo cierto, es que nuestro mundo no es el único del Universo. En alguna parte, en algún lugar, en algún momento, surgió otro Oz distinto. Un Oz donde existian los mismos personajes, pero con pequeñas diferenciaciones sin importancia relevante, je je je…



La pequeña Dorotea era una niña ejemplar. Sacaba buenas notas en el cole, pero aún así, su mamá no la dejaba viajar. Cansada de tanto suplicar que le permitiesen ir a la excursión de fin de curso, y viendo que era una misión complicada y dificil, decidió buscar ayuda de sus mejores amigos.

     Para empezar, decidió acudir a su profesor, el señor Ricardo Espantapájaros. Maestro de profesión y vocación, impartía cada día sus clases con alegría y sobre todo, sabiduría. Siempre decía a sus alumnos una y otra vez, que en esta vida, lo más importante, era un BUEN CEREBRO.

     D. Ricardo Espantapájaros, sugirió a Dorotea que marchase a visitar una chatarrería que había cerca del colegio, donde un antiguo compañero suyo de Universidad, cansado del sistema educativo actual, había decidido continuar con el  negocio familiar. De esta forma, Juan Lata, era ahora el propietario, y único trabajador del negocio llamado “Hombre de Hojalata”. D. Juan Lata, siempre fue hombre paciente y esmerado, que intentaba ayudar en lo posible a los que veía más necesitados, de piezas de recambio antiguas o en desuso. Por ello, era conocido entre todos aquellos que no podían permitirse piezas nuevas, como un hombre que tenía UN GRAN CORAZÓN.

     El motivo de visitar la chatarreria “Hombre de Hojalata”, era a fin de conseguir una serie de piezas con las que fabricar un pequeño proyecto de tornado y presentarlo en una feria de ciencias. La proposición que Dorotea habría de hacer a sus padres era sencilla. Si ganaba en la feria, tenían que dejarla irse de excursión con sus compañeros. En caso contrario, ella desistiría de realizar tal viaje.

     Entusiasmada, y con las piezas que Ricardo Espantapájaros le indicó, Dorotea se dirigió al lugar pertinente. En él, Juan Lata, la atendió con gran consideración y esmero, mientras su pequeño perro Totó, ladraba y ladraba alrededor de la niña.

     Una vez reunidas las piezas, la joven fue a pagarlas, pero Juan Lata le dijo que no era necesario, siempre y cuando le ayudase cuando ella pudiera a pasear a Totó. Él no tenía tiempo con el negocio, y el perrito necesitaba salir. Trato realizado, y arreglo efectuado, Dorotea se fue feliz y contenta a casa para iniciar su ardua tarea.

     Mas no tenía soplador. ¿Cómo unir las piezas? Tendría que buscar una solución. Fue entonces cuando se acordó de que su tío, Julio León, debía tener uno en su taller de mecánica. Dicho y hecho. Sin pensarlo, marchó hasta el taller, y a su tío sorprendió disfrutando de una gran tableta de chocolate Valor. Siempre tenía esta golosina cerca, pues D. Julio León decía, que sin azúcar, no se vivía.

     Tío y sobrina se saludaron. Entusiasmados, del VALOR, ambos disfrutaron. Y después, dispuestos a comenzar la tarea se encontraban, pero claro, les faltaban algunos detalles que no sabían cómo arreglar.

     Dorotea indicó a su tío cómo debía soldar las piezas que llevaba, y le explicó el funcionamiento que aquella extraña figura debía realizar. Una serie de pequeños tornillos y piezas diminutas, debían pender de unos resistentes hilos, colocados de tal forma sobre una especie de improvisado perchero, que tras aplicar una corriente de aire, éstos girasen en círculo pendidos de sus ataduras, y simulasen la fuerza de un pequeño tornado.

     ¡Pero no había comprado el fuerte hilo! Tenía que actuar con sigilo. Por ello, como el hilo le faltaba, se dirigió a la mercería “Bruja del Este”, donde trabajaba Eli Phaba. La dependienta la saludó y sus hilos le ofreció. Pero claro, Dorotea poco dinero llevaba, y Eli Phaba, que por todo el pueblo era sabido que era una agarrada adiestrada, le vendió un hilo de muy mala calidad.

     Desconociendo el timo, Dorotea se dirigió rápida hacia la casa de Glinda, su amiga confitera. En su establecimiento, llamado “Bruja del Sur”, a tomar una exquisita merienda con ella y pedirle su colaboración más sincera en ese proyecto. Por supuesto, la mamá de Glinda, al comprobar los materiales, se percató de la mala calidad del hilo, y de inmediato avisó a las pequeñas. Como solución al problema, una idea germinó en ella.

     Buscando y buscando, encontró el hilo fuerte de poliéster que guardaba para sujetar las piezas que se caían de su máquina de batir nata. Como intercambio, Dorotea ofreció hablar con su amigo, el de “Hombre de Hojalata”, y traer las piezas necesarias para el arreglo de la máquina. Encantada, la mamá de Glinda, que era mamá soltera, preparó unos pastelitos para que los ofreciese al caballero a cambio de su ayuda. Y éste, encantado, llevó, preparó, colocó y ensambló las piezas en la susodicha máquina, y ya de paso, ensambló su sonrisa en la mamá de Glinda, que además de linda, necesitaba un papá. Qué mejor hombre que uno con un gran corazón, digo yo.

     Todo se iba arreglando. Todas las piezas encajando, todo iba funcionando, y el artefacto forma iba tomando. Sólo quedaba un detalle. Llegar hasta la feria de ciencias, y obtener el deseado premio.

     El señor Espantapájaros, el señor del Hombre de Hojalata, y su tío, el señor León, marcharon con ella a la tan esperada presentación. Los nervios estaban a flor de piel, y Dorotea temió por un momento que se pudiese llegar a caer. Nada más llegar a la gran feria, llamada “La Magia de la Ciencia”, el camino de acceso todo él de albero, dejó las blancas zapatillas de Dorotea hechas un asco, todas ellas amarillas. Menudo problema, cuando su madre las viese, se la ganaría.

     Además se encontró un problema añadido, nadie la había advertido, de que la indumentaria debería de ir acorde con el invento obtenido. ¿Qué hacer? ¿Qué utilizar en su cometido? Resultados rápidos necesitaba. ¡Claro! Su tía, la mujer de Juan León, guardaba todos los papeles plateados que envolvían el chocolate que su marido se comía. Lo hacía, para poder echarle en cara, la gran cantidad de golosina que ingería. Pues ahora le podían servir a ella y a su obra de ingeniería.

     De forma rápida y efectiva, su querida tía buena, llamada Locata, se presentó, sus amarillas zapatillas de albero envolvió con el plateado envoltorio, y un bonito sombrero a juego le preparó, dándole un aspecto magnético y sugerente. Un beso de ánimo y apoyo, y para después del evento, un bollo. (Por supuesto, de rico chocolate Valor)

     Los jueces llegaron, comenzó la presentación. Qué nervios, qué alucine, qué de ideas estupendas había en aquél lugar. Con fuerza se accionó el ventilador. Las piezas ensambladas comenzaron a tintinear y a emitir una dulce melodía. Más fuerza en las aspas, más se elevava el invento, y en cuestión de segundos, un pequeño tornado emergió, que a todas las piezas las elevó.

     El primer premió ganó Dorotea, que no lo habría conseguido sin la ayuda de todos sus amigos. Era excelente. ¡Por fin podría viajar de excursión! De esta forma fue como se vio, junto a sus amigos y profesores en el Campamento “Mago de Oz”, donde no le faltó durante toda la semana, la risa y la diversión.



Violeta

5 comentarios:

  1. Creo que a pesar del tiempo, todos buscamos nuestro lugar de Mágico, donde podamos seguir siendo niños y poder sorprendernos de pequeños grandes detalles... Un Post muy bello .... Besos !!

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