Hoy estaba entrenando al nuevo equipo senior de balonmano de mi cuidad (el primero en su historia, je, je), cuando mi novio, el preparador físico del equipo, me ayudó a llevar la bolsa de red con todos los balones dentro (unos 30). La bolsa no pesaba tanto como para no poder llevarla yo sola, pero cuando se lo comenté su respuesta fue: "Bueno, pero podemos compartir la carga".
Simple, ¿verdad? Pues a mí me dejó con la boca abierta. ¿Cuántas y cuántas veces nos empeñamos en realizar miles de cosas nosotros solos cuando, con un poco de ayuda de alguien a tu alrededor (alguien dispuesto a ayudar de verdad) podríamos realizarlas de una manera mucho más eficiente y sin cargarnos tanto?
Nos empeñamos en hacerlo todo nosotros solos, creyendo, erróneamente, que por hacerlo sin ayuda somos más capaces o más autosuficientes, cuando este pensamiento no puede estar más lejos de la realidad. Pedir ayuda no es nada malo, degradante o vergonzoso, sino todo lo contrario: denota una gran sabiduría con respecto a uno mismo.
Os habréis dado cuenta de que ya no estoy hablando de llevar una bolsa llena de balones, ¿verdad?
¡Que gran tío tu novio! y encima guapo...
ResponderEliminarQuerida bloguera, en primer lugar, me alegro de que estés de entrenadora. Nuestra ciudad necesita deporte y actividades para la gente joven. En segundo lugar, es estupendo que vuelvas a escribir en tu blog. Tus seguidores te echábamos de menos. Y en tercer lugar, eso de compartir la carga me ha gustado. Es más, pienso ponerlo en práctica desde ya. Un saludo.
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