Hola a
todos. Mi nombre es José, pero todos me llaman Pepón. Esta historia que os
cuento tal vez os resulte un poco angustiosa. Disculpadme por ello, pero mucho
me temo que en estos momentos, me siento tan desolado que necesito contar mi
experiencia a otros para que no caigan donde yo caí.
Tal vez
sea mejor comenzar desde el principio. Seré breve pues no dispongo de mucho
tiempo.
No recuerdo el día de mi
nacimiento, aunque sí es cierto que mis padres siempre me dijeron que desde el
principio fui un bebé gordito. Según me cuentan, en mi bautizo estaba para
comerme. He visto fotografías, y la verdad, no quiero parecer vanidoso, pero
siempre he tenido muy buena pinta.
En mi más
tierna infancia soñaba con el momento en que me hiciese mayor y pudiese cumplir
mis expectativas. Además, no es por nada, siempre tuve una fijación en mi
mente, de forma continua, participar en un concurso de belleza.
De nuevo insisto,
no soy vanidoso, pero sí os reconozco que para mí el ganar un concurso de
belleza era importante. He nacido en el seno de una familia importante y sé que
para mis padres sería todo un logro que pudiese conseguir mi objetivo.
Por ello, siempre he
intentado hacer lo posible porque se cumpliese. Mantenerme en forma, tomar el
sol de forma adecuada, cuidar mis movimientos, mi alimentación, mi vida entera
gira en torno a poder cumplir mi sueño.
Al llegar
a la juventud pensé que por fin vería realizado mi sueño, o al menos, me
acercaría a él inscribiéndome en algún concurso y quedando finalista o
semifinalista, pero no pudo ser. Los miembros del tribunal dijeron que era
demasiado joven y para poder participar en este tipo de concursos tenía que
tener más madurez, de lo contrario, la cosa podría ser perjudicial. Vete tú a
saber. Lo cierto y verdad es que me tocó seguir entrenando, practicando poses,
cuidando mi salud…
Y por fin
llegó el gran día. Estaba tan tranquilo aquella hermosa mañana de julio con el
sol dándome sólo lo justo para ser agradable pero no quemarme, reposando
tranquilamente, cuando escuché una conversación que tal vez debió ser privada,
pero no fue así. Siempre tuve muy buen oído, ciertamente.
-Pepón ya está preparado.- dijo Tomás.
-¿Estás seguro?- pregunto el Señor Fernández.
-Así es señor Fernández. Ya es maduro, no creo que el concurso le haga
ningún mal. Está preparado para ello.
- Tomás, sabes que el presentarse al concurso requerirá un esfuerzo
especial para él. Tendrá que olvidar la que ha sido su vida hasta ahora y será
famoso con lo que ello conlleva, le lloverán las fotografías y sus fans
intentarán por todos los medios acercarse a él, tocarle. Todos querrán saber
acerca de su origen, su forma de vida, la preparación que ha llevado a cabo
para presentarse al concurso.
-Lo sé señor. Pero le aseguro que Pepón va a ganar ese concurso y eso va
a ser muy beneficioso para la familia. Recuerde cuando preparamos a Agustina y
quedó la primera en el concurso de hace tres años. Supuso una fama reconocida
en todo el país.
-Cierto. Está bien. Tú eres el encargado de que todo salga bien. Prepara
la inscripción y crucemos los dedos, aunque sinceramente, yo también le veo
preparado para ganar.
No podía creer lo que
acababa de escuchar. ¡Por fin! Sería fotografiado y admirado por las chicas,
algunas querrían tocarme, ¡seguro! Habría posters míos, sería la envidia de mis
amigos, tendría fama y un futuro asegurado.
Y no me equivoqué. Los
siguientes días fueron intensos y mi amigo Tomás se encargó de prepararme a
fondo. El gran día, el maravilloso y mágico día llegó a mediados de julio en un
bonito día donde hacía un intenso calor que podía derretir un bloque de hielo
en segundos, pero por mí, mucho mejor. Así mi piel brillaría y luciría con más
fuerza.
Me tocaba desfilar casi en
último lugar, pero ello no fue ningún problema. Los demás competidores no
fueron rivales para mí. Sólo uno de Huelva intentó hacerme sombra, pero los
miembros del tribunal lo tuvieron claro desde el principio.
Y así fue. ¡Gané el primer
premio! ¡Mi sueño! ¡Mi familia estaría orgullosa de mí! Pero… a veces las cosas
no son exactamente como prevemos y mi familia no estaba allí para felicitarme.
Desconozco el motivo, pero así fue.
Cogí un enfado tal al verme
solo en ese día tan importante de mi vida, que decidí no hablarles durante un
tiempo, hasta que se me pasase el sofoco, nunca mejor dicho. ¡Vaya calor hacía!
Sin la protección de una sombra que te cobije, el calor a mediados de Julio en
Andalucía puede ser generoso.
Fotografías, miradas de
admiración, gente que quiere tocarte, aún recuerdo a una señora que me miró con
ojos lascivos y me dijo con una sonrisa socarrona.
- Te comería entero si pudiese.
Por favor, señora, diríjase
usted a alguien de su edad. ¡Por favor! ¡Cómo está el mundo!
A partir
de ahí, tal y como yo intuía, mi vida cambio. Pero de una forma distinta a como
lo imaginé. Del concurso me llevaron directamente a un lugar fresquito. Al
principio estuve encantado, pero poco a poco noté que el frío aumentaba y que
además aquel lugar era demasiado oscuro. Por lo visto, no debía darme la luz ni
tampoco pasar calor, pero esta soledad, este frío, este cautiverio. ¿Qué
ocurre? No entiendo nada.
Decidí
gritar y llamar a mis padres. Tal vez ellos pudiesen sacarme de esa situación.
Quiero volver a la comodidad de mi casa en el campo, no me gusta este sitio tan
siniestro. Pero no me contestó nadie.
El frío
aumentaba y mi miedo también. No puedo describiros la angustia que siento en
estos instantes en los que desconozco cuál ha sido mi destino, pero me siento
atemorizado y aterido. Lo malo, sobre todo, la oscuridad.
Estoy
acostumbrado al campo de mi Andalucía y este sitio debe ser Rusia, o el Polo
Norte, o algo así. La verdad es que me embarcaron y luego me indicaron mi lugar
en este hotel y nadie me explicó nada. Sólo que debía esperar al momento justo
para hacer los honores.
Imagino
que quieren conocerme desde todos los lugares del mundo. Igual vamos a hacer un
desfile y he de perder algo de color. Tal vez esté demasiado bronceado.
Y de
pronto, aquí está la respuesta. Alguien ha abierto la puerta de mi habitación.
Por fin saldré al exterior y empezaré a disfrutar de mi éxito. Pero qué veo.
¡Qué veo!
Ante mí,
la mayor pesadilla que os podáis imaginar. Hay un señor grande con bigote que
me mira con ojos de lascivia y porta un enorme cuchillo en sus manos. ¡Quiere
matarme! ¡Lo sé, lo presiento! Su mirada asesina, ese brillo malévolo en los
ojos, ¡se está relamiendo!
-¡Por fin Pepón! Creí que este día no llegaría nunca. ¡Has de estar
exquisito! Toda la familia estamos celebrando que te vamos a zampar, ya era
hora.
Horrorizado e indefenso veo
como este fiero carnicero me sujeta con ambas manos dejándome inmovilizado.
Observo atónito como la familia Fernández me mira con ¡deseo! ¡Me quieren
comer!
¿Por qué?
¡Yo no les he hecho nada! ¡Salvajes! ¡Os denunciaré!
Entonces
oigo la voz de la pequeña de la familia, Laura. La dulce, querida y pequeña
Laura que tantas caricias me ha propiciado a lo largo de mi vida.
-Papi, quiero un trozo muy grande de Pepón. Debe estar muy rico. Y tú ya
sabes que adoro comer melón. Es el melón más grande y hermoso que hemos tenido
¿verdad papi? ¡Ganó el primer premio en el concurso!
-Así es hija. Ya me lo dijo Tomás. Estaba en su punto. Así que vamos a
celebrar el primer premio. Ya estamos todos preparados para ver si está tan
jugoso como parece.
-No olvides guardar sus pipas para la próxima siembra querido- añadió la
señora Fernández.
¡Salvajes!
Y hasta ahí os puedo contar.
Gané el concurso y en breves momentos voy a dar a la familia que me crió un
gusto grande y agradable. Vamos, que voy a llenarles el estómago. Supongo que
esos son los gajes del oficio cuando eres suculento, hermoso y melón fresquito
en pleno verano caluroso de Andalucía.
Violeta
Y creía que era un cerdo y resultó un melón.
ResponderEliminarEn vez de un cuchillo hubiera sido mejor una minipimer.
Ja, ja, pues al menos creías que era un cerdo!!
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